Por
  • Rogelio Altisent

No estuve solo

Sanitarios de la MAZ atienden a un paciente con coronavirus.
'No estuve solo'.
MAZ

Tras sufrir una afectación severa por Covid-19, decidí escribir mi experiencia de la enfermedad como forma de agradecimiento a las personas que me quieren y han sufrido conmigo. Me piden ahora que haga públicos algunos fragmentos de este relato íntimo y he seleccionado estas líneas con el deseo de homenajear a los profesionales de todos los estamentos que me cuidaron en el hospital. Son solo algunos destellos de una realidad que para mí será inolvidable.

La disciplina hospitalaria es implacable. A primera hora entran a limpiar y vuelven por la tarde. La limpiadora saluda, pide permiso para ventilar y procede con una sistemática que, embozado, observaba admirado. Yo, por la extrema debilidad me sentía hundido en la cama, que para mí tenía una considerable profundidad. Un día me forcé a decir algo con la vocecilla que pude arrancar: "Oiga, para limpiar así habrán recibido cursos ¿verdad?". Respuesta: "Limpiar es muy fácil. Lo importante es saber arrancar una sonrisa al paciente". ¡Toma ya! El nivel del colchón se recuperó durante un rato de su hundimiento.

Las auxiliares pasan a hacerte la cama y, si hace falta, te ayudan en el aseo personal. Por mi edad preguntaban: "¿Usted es autónomo, verdad?". Yo llevaba un rato entrenándome para explicar que aunque no soy un anciano estoy hecho unos zorros; justo puedo ponerme de pie, y necesito que me den un fregoteo con esas esponjas mágicas. Y así lo hacían con cuidado y delicadeza.

Un día me dejaron en la mesilla una cuartilla de parte de una enfermera: "Hola, Rogelio. Soy Alejandra, una de las enfermeras que ha estado cuidándote. Te escribo esta carta para que sepas que no estás solo, que todas nosotras te estamos cuidando y acordándonos de ti en cada momento. Luchando médicos, enfermeras, auxiliares, limpieza, todo el personal del hospital juntos, para que te mejores y pronto puedas estar en casa. ¡Juntos vamos a superarlo! No queremos que decaiga ese ánimo, ya que todo va a ir genial. Aprovecho para despedirme, ya que es mi último día aquí, pero se queda contigo un gran equipo para cuidarte y yo sigo cuidando de otros enfermitos en estos días. Un abrazo. Tu enfermera".

No me digan que no es emocionante. ¿Qué hemos hecho para merecer gente con este corazón? Cada vez que leo la carta se me humedecen los ojos. ¿Labilidad emocional de la convalecencia? Piensen lo que quieran. Me gustaría devolverle el abrazo a Alejandra, pero ni siquiera le he visto la cara…

He quedado muy impactado por la profesionalidad de todo el personal. Se notaba que estaban crecidos. Esto traduce un componente vocacional muy fuerte. Conste que no toco de oídas, porque soy profesor de Ética en Medicina. Recientemente he dirigido una tesis doctoral sobre la compasión, y estoy impresionado por la cantidad de citas que recibe el artículo que la doctoranda publicó en una revista internacional. Me parece muy alentador que la compasión despierte tanto interés en el mundo de la salud, pero sentirlo aplicado a tu propia persona es algo especial. Y no es una cuestión sentimental. La compasión profesional es empatía para ayudar efectivamente al paciente. Ahora no puedo detenerme en matices, pero quería levantar acta de esta experiencia que ustedes sabrán valorar.

Para mis colegas en la medicina necesitaría un capitulo aparte, con un agradecimiento especial para la doctora responsable principal de mi atención. Cuando entraba a verme no sé lo que pasaba pero veía estrellitas doradas moviéndose a su alrededor como en esas películas de Walt Disney con hadas y así. Miguel Delibes tiene una novela (‘Señora de rojo sobre fondo gris’) donde repite como un estribillo: "Su sola presencia aligeraba la pesadumbre de vivir". Bueno, pues eso era lo que sentía cuando pasaba a visitarme y me daba ánimos cogiéndome el brazo.

Como médico, en esta epidemia he estado prácticamente fuera de combate, pero como paciente me siento muy orgulloso de tener los mejores profesionales del mundo, tanto en los hospitales como en los centros de salud, con una labor quizás más oculta, pero igualmente decisiva en esta gran batalla, que a todos nos está haciendo mejores.

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