Por
  • Gaspar Mairal Buil

Una enseñanza histórica

Varias personas, durante los tres minutos de silencio en China por las víctimas del coronavirus.
'Una enseñanza histórica'.
Roman Pilipey/EFE

En 1665 se desató en Londres una gran epidemia que ha pasado a ser una de las más citadas de la historia. La que hoy asuela el mundo pasará a la historia como la gran epidemia de la globalización, no solo por su letalidad sino aún más por su extensión a todo el mundo. Es bien cierto que hay antecedentes históricos comparables, como la gripe de 1918 o la peste negra que azotó Europa y Asia entre 1347 y 1353. La Gran Peste de Londres, provocada por la bacteria ‘Yersinia pestis’ o peste bubónica, debe su notoriedad primero al haber afectado a la que entonces era la mayor urbe de Europa, haber producido una elevada mortandad en una sola ciudad, 68.596 muertes, pero también y sobre todo, a la reconstrucción literaria que de ella realizó el gran escritor Daniel Defoe en su ‘Diario del año de la peste’, escrito hacia 1720 y publicado en 1722. Defoe tenía solo cinco años en 1665 y por ello fue un testigo muy limitado para dar cuenta de su propia experiencia. Por esta razón su libro es una reconstrucción literaria que se apoya, sin embargo, en una recopilación extensa de fuentes documentales.

De todas maneras, sí se han conservado obras escritas por testigos directos que describen con detalle el origen y el curso de esta epidemia. El más conocido es el diario de Samuel Pepys, escrito entre 1660 y 1669, pero que no fue publicado hasta 1825. Así que Defoe no pudo conocerlo. Sin embargo, sí conoció y utilizó otra obra publicada en 1672; se trata de ‘Loimologia, sive Pestis nuperae apud Populum Londinensem grassantis Narratio Historica’ o ‘Loimología, narración histórica de la peste de Londres de 1665’. Como era corriente en la época muchos textos científicos o eruditos se escribían en latín y de hecho la edición en inglés no apareció hasta 1720. Su autor era Nathaniel Hodges, médico, que vivía en Londres y que permaneció en esta ciudad durante todo el tiempo que duró la peste. De este modo la obra de Hodges tiene un valor doble, científico y testimonial. Mi interés es referirme a esta segunda característica. Permítaseme así transcribir un párrafo de esta obra que testimonia la aparición de la peste, las primeras reacciones que produjo y sus consecuencias. Esto es lo que escribe Hodges: "La peste de la que ahora estamos dando cuenta descubrió los preliminares de su futura crueldad hacia el fin de año de 1664; pues para entonces en Westminster y en una sola familia murieron dos o tres personas súbitamente, tras ser atendidos con síntomas que dejaban ver claramente su origen: en ese momento unos vecinos, atemorizados por un posible contagio, se trasladaron a la City de Londres y desgraciadamente llevaron consigo el contacto pestilente; así que la enfermedad, que antes estaba en sus inicios, en una o dos familias, repentinamente se fortaleció y extendió hacia el exterior su veneno fatal; y simplemente por la falta de confinamiento de las personas que se vieron afectadas inicialmente, la ciudad entera en poco tiempo ya estaba irremediablemente infectada".

No hay que imaginar mucho para relacionar lo que aquí describe Hodges y que se refiere al Londres de 1664-65, con el comienzo de la epidemia de coronavirus. Quizás pudiéramos substituir Westminster por Lombardía y la City de Londres por la Gran Bretaña de Boris Johnson, la España de Sánchez u otros países y de este modo preguntarnos cuánto han cambiado las cosas desde 1665 hasta el día de hoy. Es bien cierto que los avances de la medicina, la ciencia y la tecnología en general, las conquistas logradas en salud pública, infraestructuras, comunicaciones, transporte –en este caso para bien y para mal– y otras muchas capacidades de las sociedades contemporáneas, son inmensas en comparación con la Europa de la mitad del siglo XVII. A pesar de todo, lo que sucedió entonces y lo que ha sucedido ahora se parecen bastante. ¿Qué reflexión nos puede suscitar esta comparación? Yo propondría una en especial: que si el factor humano es decisivo ante el surgimiento y la propagación de una epidemia, lo cual no significa ni mucho menos relegar el esfuerzo sanitario, científico, logístico o económico que se requiere, su gestión no parece haber cambiado mucho desde 1665 hasta ahora.

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