Por
  • David Serrano-Dolader

Tentaciones

Opinión
'Tentaciones'
Pixabay

Comer chocolate, copiar en un examen, soltar una mentirijilla, jactarse en exceso, estar de Rodríguez, colarse en el metro, cantar en la ducha, quemar el despertador… Yo no caigo en tentaciones, ¡a mí es que me empujan!: Satanás, Belcebú, Lucifer.

Eva: ¡deja esa manzana! Pero es que es tan rica, tan suave, tan olorosa, tan redondeada, tan manzanística. ¡Si hubiera sido un boniato, o un coco, o un apio-nabo…! Y yo voy, y la muerdo. No tengo talento: cruje, mastico, degluto, me callo: ¡he pecado! De perdidos al río… si ya me voy al Hades, me iré bien cargado: robar, matar, insultar, bostezar, maniatar. Los tres enemigos del alma: el demonio (¿y no los inspectores de Hacienda?), el mundo (¿y no el inmundo?), la carne (¿y no la langosta?).

Pasito a pasito, ya me gusta el mal. Lo intento pero sucumbo; lucho pero me vencen. Ni tomar siete sorbos de té negro, ni encender velas impares, ni coleccionar cencerros, ni pintar amapolas de violeta, ni llevar un calcetín de cada color, ni nada de nada: ya soy malo, no hay remedio. Y peco: me gusta leer por las noches, ver mis sellos de colección, pasear por las orillas, comerme un buen queso, hacer pensar a mis alumnos, escribir cuentos, clausurar maldades. Merezco un castigo, una reprimenda, una flagelación, un ditirambo, ¡carambo! Déjate tentar: escucha en vez de hablar, premia en vez de castigar, aplaude en vez de vituperar, ayuda en vez de fastidiar. Cambia el mundo y… ¡déjate tentar!

Como diría el loco: ocasión y tentación, ¡menudo sorpresón!

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