La ley de eutanasia en el Congreso

Detalle de la fachada del Congreso de los Diputados.
Detalle de la fachada del Congreso de los Diputados.
Enrique Cidoncha

Seguramente, la mayoría de la sociedad española está de acuerdo en que cuando una persona se encuentra en determinadas situaciones muy duras y prefiere morir antes que seguir viviendo y así lo manifiesta, es lícito y es humano ayudarle a conseguirlo. De manera que la proposición de ley que propugna despenalizar y regular, en esas determinadas situaciones, la ayuda al suicidio tiene todos los visos de ser aprobada. Pero conviene que la ley defina bien los supuestos en los que podrá aplicarse y que estructure con garantías los procedimientos. Porque entre abrir una puerta para que la use quien la necesite y quiera y señalarle la puerta de salida a quien está sufriendo, para sugerirle que se vaya de una vez, hay una enorme distancia ética, pero puede bastar un gesto o una palabra para recorrerla, incluso sin querer. Cuidado, pues, porque podríamos pasar, sin darnos cuenta, de la ayuda compasiva y el respeto a la libre decisión de una persona a la monstruosidad del chantaje moral. La regulación legal de la eutanasia tiene a su favor el impulso humanitario de evitar el sufrimiento, pero no puede dejar de producir una cierta perplejidad filosófica. Vamos a rebajar la protección del derecho a la vida. Vamos a convertir en ley la idea de que hay vidas que no merecen la pena ser vividas. Si no sentimos un escalofrío, mal asunto.

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