Tik-Tok
Hemos asumido la presencia del teléfono móvil en nuestras vidas como elemento central. Lo encontramos encima de la mesa durante las celebraciones familiares, las reuniones de trabajo o las cenas entre amigos. Los usamos desde la hamaca de la playa paradisíaca a la que viajamos en verano, desde la parada de autobús en la que esperamos cada mañana o desde la cima del pico que coronamos en nuestra escapada campestre. Los límites cada día son menos y su tasa de penetración cada año es mayor.
De todo el público, la audiencia más entregada a estos dispositivos no supera los 20 años. Si convives con un adolescente será normal encontrarlo con sus pulgares y ojos pegados a las pantallas táctiles. Y lo más probable es que, gran parte de su tiempo, se lo esté llevando Tik-Tok. Ni Instragram, Twitter o Snapchat, la aplicación que triunfa entre el público juvenil es de origen chino. En Tik-Tok confluyen varios elementos de interés: el soporte audiovisual, la música, el entretenimiento y la conexión con otros usuarios. En este caso, soporta la subida de vídeos breves y predomina la posibilidad de compartir coreografías o playbacks musicales, entre otras tantas temáticas. Además, como otras redes sociales, no está exenta de polémica y ha recibido críticas sobre la protección de los datos y la exposición de los jóvenes.
Tik-Tok es una máquina de consumir tiempo. Los vídeos se reproducen en bucle, uno detrás de otro. A lo que despegas la mirada de la aplicación, tus vacaciones han terminado.