Yo, cuñado

La red social contabilizó 2.380 millones de usuarios mensuales en el primer trimestre de 2019.
Facebook.
Efe

Apenas entro en Facebook pero cuando lo hago, la red social suele tenerme preparada una sorpresa a modo de recordatorio: me sugiere que comparta “esta imagen que subiste hace cinco, seis, siete, ocho años…”. Son fotos poderosas de un tiempo que ya no existe. Casi siempre una fotografía haciendo el ganso, solo o en compañía, aderezada por los comentarios cómicos de la época. Son, en su mayoría, referencias a cuestiones que ya no harían gracia; algunas incluso tienen tufillo machista; descubro la influencia que tenía José Mota en nuestras vidas. José Mota y La hora chanante a codazos; eso fue el periodo 2008-2015, más o menos. Aunque el tema va más allá de la broma; también en política se encuentra uno con reflexiones de ‘cuñado’. “Ni machismo ni feminismo, igualdad”. Eso arrasó en aquellos años; cuando la definición de ‘feminismo’ muchos no nos la habíamos leído aunque no fuéramos machistas (algo más que ahora) y desconociéramos que para nuestra mal calibrada semántica existía la ‘misandria’ y, en todo caso, el ‘machismo’ era el que mayoritariamente destrozaba vidas. En eso seguimos igual.

Quiero decir que el paso del tiempo es una fábrica de cuñados y cuñadas; una cadena de producción imbatible en la que uno va abandonando su propio cuñadismo cada día que pasa hasta que llegue un momento en el que el mundo se desconecte de ti (o viceversa) y quedes atrapado en ti mismo. El trono de la sobremesa: estar de vuelta de todo, creer más en los prejuicios que en los hechos o en los datos. Así, en un mundo cada vez más acelerado, al ser humano primermundista solo le queda ejercer un esfuerzo titánico por no abandonarse a los latiguillos del éxito del pasado, que es más reconfortante (y falso) cuanto más rápido pasa todo a nuestro alrededor. Y eso es clave en los cuñados, que es el término coloquial para poner sobre el tablero la pereza intelectual ante un mundo que cambia y que no es mejor ni peor, simplemente diferente pero nuestro.

Si acaso algo positivo, es que embarcados todos en ese relato que son las redes sociales de lo cuñados que fuimos, renovarse debería ser mucho más sencillo. También debería serlo rebajar la altanería con la que miramos al pasado lo estupendos que nos ponemos con algunos estigmas ideológicos que ahora nos arrasan y que nos avergonzarán.

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