Recordar a los mejores

La calle de Espoz y Mina esta en obras desde este lunes.
La calle de Espoz y Mina.
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En el número 1 de la calle Jusepe Martínez, en una gran casa que da la vuelta por la calle de Alfonso I, vivió Clarín cuando fue catedrático de nuestra Universidad durante el curso 1882-1883, y en ella escribió una serie de ‘paliques’ para el periódico de Alcañiz ‘El Eco del Guadalope’, y varios relatos que incluyó en el libro ‘Pipá’, de 1886, entre ellos el muy conocido 'Avecilla', que tiene edición en Clásicos Castalia desde 1975. Y en esa casa su mujer sufrió un aborto, según nos contó el biógrafo del asturiano, Juan Antonio Cabezas. 

El pintor Juan José Gárate, cuando regresó de Italia, residió en la calle Espoz y Mina, número 4, en un piso que había pertenecido a su tío materno, el comandante Santos Clavero Alcaine, lo que conocemos gracias al libro que José Antonio Val Lisa le dedicó el pasado año al pintor albalatino: ‘Juan José Gárate. Tiempo y memoria’. 

Federico Comps Sellés, el pintor y dibujante asesinado en el otoño de 1936, a los 21 años, que retrató a Tomás Seral y Casas, a María Dolores Arana y a Maruja Falena, que ilustró ‘Rémora y evasión’ de Gil Comín Gargallo y a quien el propio Seral le editaría en 1949 los maravillosos dibujos de ‘Muerte Española’ para la colección “Artistas Nuevos” de la Librería Clan, de Madrid, tuvo su último domicilio en la calle Azoque, número 56.

En el Coso, en el número 73, vivió el escritor y periodista José Ayala Lorda, que colaboró en la revista “Talión”, de Huesca, junto con Joaquín Maurín, Gil Bel y Ángel Samblancat. En ella publicó, en marzo de 1915, con tan solo 17 años, un durísimo artículo contra Alfonso XIII, en el que le llamaba imbécil, pelele y mamarracho, decía de él que tenía las “orejas grandes como las de un burro”, “los ojos de pulga pedorra” y el cuerpo delgado “como el de un blenorrágico”; que su ilustración era nula, porque no se preocupaba de estudiar sino sólo de jugar al polo, y que no le interesaba la guerra que en aquellas fechas asolaba al mundo y en la que morían “miles y miles de hombres” sino sólo las cacerías donde morían “miles de perdices”. Ayala fue juzgado por ese artículo y condenado a dos años, cuatro meses y un día de prisión. Esta condena fue muy criticada en la prensa revolucionaria de la época y hasta Joan Salvat-Papasseit llegó a escribir en defensa de Ayala en ‘Los Miserables’.

También en el Coso, esta vez en el número 104, tuvo su residencia el médico José María Muniesa, presidente del Iberia y de la Federación Aragonesa de Fútbol y el gran impulsor y organizador de la fusión Iberia-Zaragoza en 1932. Contó José María Gayarre, quien fuera el primer presidente del Zaragoza, que Muniesa asistía con él, Genaro Poza y Moneva a la tertulia que Ricardo Horno tenía en su casa y que los cinco fueron juntos a Madrid al entierro de don Antonio Maura. En julio de 1936 era directivo del Zaragoza, pero ni sus amigos conservadores ni su dedicación al fútbol aragonés pudieron evitar que le dieran el ‘paseo’ en octubre de aquel año.

José Oto, el más grande cantador de jotas de la historia, nació en 1906 en el número 44 de la calle Casta Álvarez, en pleno barrio del Gancho. Y sus últimos días los pasó en el número 2 de la calle San Blas, en la pensión Vasconia. Allí lo encontró medio moribundo el maestro Mariano Cebollero, quien dio la voz de alarma. El doctor Ricardo Malumbres, que acaba de dejarnos estos días, se lo llevó a la Casa de Socorro, donde murió el 18 de abril de 1961. 

La pianista Pilar Bayona vivió en el número 8 del Paseo de Independencia. En esa casa la visitarían Luis García-Abrines, Alfonso Buñuel, Julián Gállego, Eduardo Fauquié… y, desde luego, Juan Eduardo Cirlot durante el tiempo que vivió en Zaragoza. Cirlot le dedicó su libro ‘Pájaros tristes’, que editó ejemplarmente Raúl Herrero en 2001. Años después, Pilar Bayona se mudó con su hermana Carmen al Paseo de las Damas, número 7, y en esa casa tendría enmarcada su famosa fotografía del homenaje al pintor Hernando Viñes, en mayo de 1936, en la que aparece, entre otros, con Federico García Lorca, Luis Buñuel, Rafael Alberti, Miguel Hernández y Pablo Neruda. 

En el número 6 de la calle Costa se instaló Ildefonso-Manuel Gil cuando volvió de Estados Unidos, y en el número 4 de la calle Elvira de Hidalgo pasó sus últimos años José Antonio Labordeta. A ambos, queridos amigos míos, los visité allí muchas veces.

Ustedes y yo sabemos esto, y cuando paseemos por Jusepe Martínez, por Espoz y Mina, por Azoque, por el Coso, por San Blas o por Costa, recordaremos que allí vivieron algunos de nuestros conciudadanos más ilustres. Pero ¿quién más lo sabe? Ni muchos de nuestros vecinos, ni desde luego nuestros visitantes. La ciudad tendría que estar llena de lápidas que los recordaran (a éstos que nos sirven de ejemplo y a otros muchos que también lo merecen), y dieran testimonio de que en Zaragoza han vivido algunos de los mejores. Recordar una vez más algo tan evidente produce sonrojo.

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