El respaldo a Pedro Sánchez, como era previsible, se quedó ayer en el Congreso por debajo de la mayoría absoluta, pero la fase final del debate ofreció una nueva muestra de las incoherencias, las afrentas y los riesgos en los que el líder socialista incurre en pos de una investidura que seguramente obtendrá el próximo martes. La intervención de la portavoz de Bildu, entre el rechazo de una gran parte de la Cámara, y, sobre todo, la respuesta del candidato producen indignación.

Las respuestas de Pedro Sánchez a las palabras de Mertxe Aizpurua volvieron a mostrar a un candidato débil, que, siendo el dirigente de uno de los partidos principales del consenso constitucional, fue incapaz de replicar con energía y convicción a los agravios que la representante de EH Bildu lanzó contra el Rey y contra el sistema democrático español. Ni tampoco reaccionó frente a las referencias elogiosas a un personaje como Otegi, que, pronunciadas en el pleno del Congreso, llenaban de oprobio a las víctimas del terrorismo. El sentido del discurso de Bildu -formación que acoge a los herederos políticos de ETA- era previsible; sin embargo, lo que sorprendió e indignó a muchos diputados y a muchísimos españoles fue la endeblez que mostró quien aspira a presidir el Gobierno de España, que llegó al punto de agradecer a los exetarras la abstención que le permitirá ser presidente. Tampoco la presidenta de la Cámara estuvo en su papel, pues debió llamar al orden a Aizpurua ante algunas manifestaciones, lo que hubiera evitado las protestas que en algunos momentos interrumpieron el discurrir de la sesión. El candidato tiene prácticamente asegurada la investidura en la segunda votación, pero el debate ha dejado muy claro que su gobierno estará en manos de fuerzas políticas minoritarias, que aspiran a desbordar la Constitución y que consideran la presidencia de Sánchez como una oportunidad para avanzar en sus objetivos. Una situación indeseable y que puede convertirse en dramática.