Los libros de Cajal

Un aspecto de la exposición 'Santiago Ramón y Cajal. 150 años en la Universidad de Zaragoza'.
Un aspecto de la exposición 'Santiago Ramón y Cajal. 150 años en la Universidad de Zaragoza'.
Francisco Jiménez

Una vicerrectora de nuestra universidad me pidió que dejara seis primeras ediciones de Cajal para la exposición sobre nuestro Premio Nobel que se iba a organizar en el Paraninfo. Y quién le dice que no a una vicerrectora. Mandan mucho, lo sé por experiencia. Así que una noche, en contra de mis más sagrados principios, saqué de casa esos libros. Lo hice con nocturnidad, para ver si los pobres no se despertaban y así el trago pasaba antes. Sabía que iban a sufrir al abandonar su casa. Muchos llevaban aquí más de 30 años y no habían salido nunca. Pero al final, con el traqueteo, todos abrieron los ojos, comprendieron lo que ocurría y se me echaron a llorar. A mí se me partía el corazón. Ahora están en unas vitrinas en la biblioteca del Paraninfo y he de decir que los veo bien, aunque algo tristes. Pero no noto que hayan perdido peso, así que seguro que me comen bien. Tuvieron el gesto de no separarlos del todo, y los pusieron de tres en tres, en dos expositores próximos. Así se hacen compañía y hablan de sus cosas. Los visito regularmente y se alegran mucho de verme. Cada día que pasa es un día menos para que vuelvan a casa, y así se lo digo para consolarlos. Pero no sé si me oyen bien porque los cristales son bastante gruesos, de modo que grito para hacerme escuchar, y el otro día la vigilante, asustada, casi llama a la vicerrectora. Hubiera estado bien. Los que lo llevan fatal son sus compañeros de estantería en casa, que me miran mohínos, reprochándome haberlos separado de sus compañeros de tantos años. Todo esto me pasa por ser un calzonazos.

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