La revolución de la palabra

Al Homo sapiens le costó miles de años aprender a hablar.
Al Homo sapiens le costó miles de años aprender a hablar.
HERALDO

Nuestros cuerpos han sufrido cambios asombrosos para que podamos hablar. Primero fue necesario erguirse y dejar de andar a cuatro patas. Así pudo acomodarse el cráneo sobre la columna de forma muy distinta al resto de los cuadrúpedos; a partir de ahí el cuello se alargó y permitió que la laringe y las cuerdas vocales se recolocaran en una nueva posición, apta para la fonación. A lo largo de milenios, sucedieron mutaciones genéticas que transformaron las conexiones internas del cerebro de los sapiens. Entonces surcaron el aire unos raros susurros lingüísticos, la nueva melodía del pensamiento. Gracias al instrumento musical alojado en su garganta, nuestra especie encontró el árbol de la sabiduría: aquellos antepasados consiguieron crear infinitas frases con unos pocos sonidos, y empezaron a observar, a soñar, a decir verdades y mentiras. Hace entre setenta y cuarenta mil años, sonaron las primeras conversaciones, los primeros cantos, los primeros cuentos. Imaginemos cuánto tiempo hay detrás de cada palabra, cuántas modificaciones del esqueleto y de la fisiología fueron necesarias para convertir los gritos animales en sonidos articulados y dotarlos de un significado. Hemos necesitado esfuerzos increíbles y miles de años de transformación humana para comunicarnos. Entendernos y construir acuerdos debería ser un poquito más rápido.

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