Voluntarismo bajo la canícula
Tras dos meses y medio en funciones, el Gobierno de Aragón vuelve a ponerse en marcha, aunque a la espera de que Pedro Sánchez obre su milagro para no condenar al país a otras elecciones que lo dejarían nuevamente varado y perdido en un concierto internacional cada día más enrevesado. Echa a andar el nuevo ejecutivo de Aragón y lo hace con una gran dosis de voluntarismo que a primera vista y bajo esta canícula eterna es de agradecer, pero que difícilmente soportará el primer raspado. Los artífices del cuatripartito y los nuevos consejeros desgranan sus planes y programas plagados de buenas intenciones, pero huecos de virtualidad en plazos y presupuestos. Algún padre de este llamado "pacto transversal" reclama incluso el derecho a sus cien días de gracia, ignorando que en su concepción contemporánea fue un periodo que el presidente estadounidense Roosevelt planteó para presionar a las Cámaras ante una situación de emergencia nacional y no para acomodarse en la poltrona. Con todo y con eso, el verdadero problema de este gobierno de amplio espectro va ser la dificultad para combatir el germen interno de su gran contradicción ideológica: la creada por un PAR sin par que ha derrapado por la izquierda arrollando sin miramientos su línea roja con Podemos para ponerse morado de poder con solo tres diputados.