Por
  • Andrés García Inda

Todo depende

Una de las imágenes de la última campaña contra la violencia de género difundida por la Junta de Andalucía.
Una de las imágenes de la última campaña contra la violencia de género difundida por la Junta de Andalucía.
Junta de Andalucía

El gran escritor y periodista que es don José Jiménez Lozano decía en alguna ocasión algo así como que uno tiene los lectores que se merece. Yo, que soy novicio en estas cosas del articulismo, empiezo a descubrir la importancia de esa idea, no ya por el número de los mismos (que en mi caso además siempre será necesariamente limitado), sino por su calidad e interés. Con su inteligencia y su generosidad, un buen lector incluso hace bueno un mal escrito, lo cual siempre sirve de consuelo a quien, como un servidor, sufre cada vez que piensa lo que quiere decir y cómo decirlo.

Digo esto porque una buena lectora (y amiga) me respondía en las redes sociales a uno de estos sueltos diciéndome, con razón, que «todo depende». Poco importa cuál era el tema del artículo en cuestión, porque seguramente esa respuesta podría darse a todos los escritos de opinión publicados en la prensa. Es verdad: todo depende… de todo. Lo repetía machaconamente aquella canción de Jarabe de palo, cuyo cantante, por cierto, declaraba hace poco que todas las canciones de Rosalía suenan igual, lo que seguramente es cierto y a la vez demuestra que la verdadera crítica, aunque sea de manera inconsciente, es siempre una autocrítica.

Decir que todo depende de algo nos lleva a pensar que todo es relativo, entendido como sinónimo de mudable o volátil. Pero en realidad, decir que todo es relativo lo que significa es que todo está relacionado con algo, o que todo lo vemos en relación a algo. Lo que cambia sobre todo es nuestra propia percepción de lo que vemos. Sabemos que el valor que damos a las cosas no depende solo de las cosas mismas, sino de muchas otras circunstancias, y los mercaderes se aprovechan de eso para orientar el precio que estamos dispuestos a pagar por ellas (aunque también sabemos que no es lo mismo valor y precio, pero de eso tal vez hablemos en otro momento). Basta, por ejemplo con rebajar unos céntimos el coste de un producto, o con compararlo con otros, para alimentar nuestro deseo. En realidad, lo que ello muestra es que todo lo relativo (el precio percibido de un producto) remite a un absoluto (ese ‘algo’ que es el que dirige nuestro deseo).

También sucede así en el caso de los mercaderes de la política, donde la mudanza de criterio, al servicio siempre de la conquista del poder, intenta disfrazar o vestir su cinismo con los ropajes inexistentes del compromiso y la responsabilidad. Un ejemplo

—entre otros muchos— de esa dependencia, relatividad y volatilidad podría observarse en la polémica suscitada recientemente a propósito de una campaña contra la violencia de género de la Junta de Andalucía, a la que se acusaba de trivializar el maltrato, utilizando imágenes de archivo (en lugar de víctimas reales) y mostrando mujeres sonriendo. Una de las que entonces lanzó sus dardos contra dicha campaña en las redes sociales —y digo entonces porque cuando escribo estas líneas su cuenta ya no aparece en Twitter; no sé si temporal o definitivamente, no sé si por esa razón o por otra— fue la Directora del Instituto Aragonés de la Mujer, organismo que hace muy pocos años había puesto en marcha una campaña similar, si no idéntica, tanto desde el punto de vista estético como en lo que se refiere al enfoque de la misma. Las críticas de la Directora del IAM en Twitter a la campaña de la Junta, a la que acusaba de frivolidad y retroceso, vendrían a mostrar dos cosas. De un lado la relatividad —por no decir la inconsistencia— de sus opiniones, como sucede en general con los gestos y declaraciones de nuestros políticos, en las que todo depende más de quién dice o hace algo que de lo que dice o hace. La preocupación y la atención a las víctimas sería lo relativo y dependería o estaría en función de lo absoluto, que es la campaña por el poder: la ‘policy’ al servicio de las ‘politics’, y no al revés. Por otro lado, y en el mismo sentido, sus declaraciones indicarían que como decíamos anteriormente, cuando es verdadera, y aunque sea de manera inconsciente, toda crítica es realmente una autocrítica.

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