Es pragmatismo, no catastrofismo

Cada año ocho millones de toneladas de plástico acaban en el océano, lo que equivaldría al vertido de un camión de basura cada minuto.
Cada año ocho millones de toneladas de plástico acaban en el océano, lo que equivaldría al vertido de un camión de basura cada minuto.
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Como tantas cosas hasta hace muy poco tiempo -la lucha contra las muertes en carretera, o contra el tabaco, o contra la desigualdad-, la conciencia medioambiental parecía un capricho o un esnobismo reñido con el desarrollo económico. Por fortuna, ha quedado más que demostrado que se puede y se debe desarrollar conservando y conservar desarrollando, y que medidas básicas de respeto medioambiental significan futuro. Es pragmatismo para sobrevivir, no catastrofismo. La batalla contra los plásticos, las buenas prácticas de reciclaje -hoy se inaugura en Madrid un pabellón de baloncesto construido a base de vidrio reutilizado, para convencer a los escépticos-, o la inclusión de buenas prácticas en las viviendas y en las empresas han llegado para quedarse.

El cambio climático no era un cuento ni son cuentos los estragos de la acción irresponsable del ser humano sobre el planeta. La sequía es un arma de destrucción masiva en grandes zonas del mundo, y aquí mismo sufrimos las consecuencias de la sequía. La contaminación se une a las temidas ‘ces’ del cáncer, el corazón y la carretera como causa de muerte. El Día Mundial del Medio Ambiente tiene todo el sentido. Como que Europa haya incorporado a sus directivas las acciones que frenen el declive antes de que sea inexorable.

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