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  • Gonzalo de la Figuera

Riders of the Canyon: Jinetes bajo la lluvia

La banda Riders of the Canyon, en Zaragoza.
La banda Riders of the Canyon, en Zaragoza.
Pedro Anguila

Son los riesgos de un escenario al aire libre: la lluvia que caía en la tarde del domingo obligó a interrumpir la actuación de Riders of the Canyon en el patio del C.C. Salvador Allende cuando solo habían tocado una canción. En vista de que la situación no tenía pinta de mejorar, se adoptó una solución de emergencia: que la banda catalana actuara en el salón de actos del centro, aunque sin batería, solo con guitarras acústicas y voces y un solo micro para todos.

Obviamente, el obligado apaño desvirtuó el contenido de la propuesta sonora de Riders of the Canyon, reduciéndola a lo esencial; pero el cuarteto supo sobreponerse a las circunstancias con buen ánimo y además ocurre que, por fortuna, su punto fuerte son las voces, perfectamente empastadas y complementarias: no en vano una de las principales fuentes de inspiración de la banda es el folk-rock californiano de la época de Crosby, Stills, Nash & Young.

Alternándose en la voz principal, Joana Serrat, Matthew McDaid, Roger Usart y Víctor Partido ofrecieron una deliciosa e intimista versión de canciones de su primer y único disco como ‘Dirty water’, ‘Back home’, ‘Some kinda addiction’, ‘Pebble in the tide’ o ‘Your gold could be mine’, para despedirse con los aires gospel de ‘Will the circle be unbroken’, que popularizó la Carter Family. Fue un concierto abreviado y no lo que esperábamos escuchar, pero prometieron regresar en breve para ofrecer la dimensión real de uno de los proyectos más prometedores del folk-rock nacional.

riders of the canyon ****
Componentes:Joana Serrat, Matthew McDaid, Roger Usart y Víctor Partido, voces y guitarras.
Ciclo:Bombo y Platillo de Primavera. 
Lugar:Centro Cívico Salvador Allende, Zaragoza.

Y aún nos dio tiempo para asistir en la sala Z a una de las exhibiciones más bestias y desenfrenadas que hemos visto en mucho tiempo: los australianos Private Function no dejaron títere con cabeza a golpe de punk’n’roll tan demoledor como gamberro, con un cantante que se jugó su integridad física subiéndose por todas las esquinas de la sala. ¡Ay, qué aburrida es Zaragoza!

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