Cuarenta años atrás, ‘Los cazafantasmas’, comedia y aventura espectral tan atractiva como mitificada en exceso, quedó como símbolo del cine ochentero. Hubo segunda parte (la del cuadro del villano de mirada aterradora, estrenada en 1989) pero el reparto original nunca llegó a reunirse para una tercera entrega. El reencuentro canónico no se produjo hasta 2021 con ‘Cazafantasmas. Más allá’, segundo intento de reactivación de la saga y el que fructificó tras el reinicio femenino de 2016, fallido aunque con sus detalles (y cameos). La secuela tardía canalizó la nostalgia por sus modulaciones, sus momentos de significado y sus homenajes, razón por la que la etapa abierta tiene continuidad con ‘Cazafantasmas. Imperio helado’, en la que los familiares de Egon Spengler, el personaje que encarnó el fallecido Harold Ramis, se han instalado en la vieja sede del equipo en Nueva York. La película entretiene y atesora vistosidad, lo que en definitiva prevalece, si bien bajo este cauce asoma la sensación, a ratos demasiado latente, de que podría estar mejor.

Dirigida por Gil Kenan, coguionista de la anterior y autor del ‘remake’ de ‘Poltergeist’, la propuesta, en la que sigue vinculado Jason Reitman (hijo del también desaparecido Ivan Reitman, responsable de los dos primeros filmes), exhibe buenas ideas. Entre ellas, la del contenedor de espectros lleno de residuos, la del mal ancestral retenido en una esfera de latón que al resurgir trae la congelación, la alusión a la soledad adolescente por medio de la amistad con la fantasma o la clásica cuestión de la ojeriza del alcalde. En contraste, varias no se articulan como deberían. A su vez, los personajes que ‘van y vienen’ y la falta de conjunción narrativa al respecto manifiestan los vacíos del guión.

Al igual que en la obra previa, destaca la actuación de la joven Mckenna Grace. En el capítulo de regresos icónicos, Dan Aykroyd vuelve a ser el que más sale.