Jaime González: "Se ha restañado una cierta injusticia que hubo con Mauricio Aznar y Almagato"

El músico y cofundador de Almagato publica en Pregunta un libro sobre la historia de esta formación dedicada al folclore del noroeste argentino.

La formación actual de Almagato, y con Mauricio (en la imagen de la drecha), en una instantánea tomada en Jaulín
La formación actual de Almagato, y con Mauricio (en la imagen de la drecha), en una instantánea tomada en Jaulín
Archivo Almagato

Almagato fue el último grupo de Mauricio Aznar (1964-2000). La figura y el legado del músico zaragozano se recuerdan ahora en el filme de Javier Macipe ‘La estrella azul’, en el volumen ‘Más Birras. Del barrio a la leyenda’ (Doce Robles), de Jorge Martínez, yen el libro ‘Mauricio Aznar y Almagato. La historia (Pregunta), de Jaime González, cofundador de esta formación, que mañana (19.00) se presenta en el Palacio de Sástago, en la capital aragonesa.

¿Cómo surge la idea de escribir la historia de Almagato?

Llevaba tiempo contando cosas en Facebook y, realmente, quien me animó a compilar todo aquel material que había escrito fue Jorge Martínez, el autor del libro de Más Birras. Me puso las pilas, empecé a reunir textos, recuperar fotos, historias y a preguntar al resto de miembros de Almagato –actualmente son Alicia Fernández, Pato Badián, Jaime Lapeña y Alberto Moreno y Antonio Ballestín– sobre su visión o su conocimiento de Mauricio y con eso compuse el libro.

En él narra cómo fue si primer encuentro con Mauricio Aznar…

Había oído hablar de él, lejanamente, por referencias de mi hermana, pero no le conocí hasta 1994, cuando fui a un concierto que dio en el Teatro del Mercado. Me resultó muy raro porque era un tío con pinta de ‘rockabilly’, solo en el escenario, tocando y cantando chachareras. Al principio, me resultó tan raro que estuve a punto de marcharme, pero tenía una total seguridad en lo que hacía, mucho carisma, y me llamó la atención. Después del concierto fui a hablar con él y nos dimos cuenta de que los gustos musicales que teníamos eran prácticamente los mismos.

Y de ahí a tocar juntos...

Empezamos a hacer algún bolo que otro. Al ser Aznar y González había un ligero cachondeo, por aquello de apellidarnos igual que los líderes de la oposición y del Gobierno de entonces. Luego se fueron sumando Jaime Lapeña, Alicia Fernández yPato Badián. Así se fue trazando una historia larga, y también accidentada, del grupo.

¿Fue difícil convencer al público de su propuesta con un Mauricio todavía recordado por su etapa con Más Birras?

Hubo quienes no entendieron ese nuevo camino. Afortunadamente, creo que la película de Macipe ha restañado una cierta injusticia que hubo con Mauricio y, por añadidura, con Almagato en cuanto a su trayectoria.

Usted conocía anteriormente la música sudamericana –formaba parte de Amankay– cuando inició este nuevo proyecto, cuyo primer disco vio la luz en 1998. ¿Qué momento de la historia de Almagato recuerda con especial cariño?

Las primeras épocas del quinteto, tocar en diferentes sitios y, especialmente, participar en el Festival de la Chacarera, en Santiago del Estero. Estábamos asustadísimos, porque íbamos a interpretar su música en su casa, era como enviar a un holandés a tocar flamenco al Sacromonte. Pero gustamos y fue un éxito.

Para la formación es clave la familia Carabajal, una escuela de enseñanzas musicales y de vida...

A Carlos Carabajal lo considero mi padre del otro lado del océano. Estuve por primera vez con él en 1999, viviendo en su casa, como uno más de la familia y me presentó a nombres importantes del folclore santiagueño: Fortunato Juárez, Víctor Ávila, Néstor Garnica... y por supuesto a Demi, Peteco, Enri y Graciela Carabajal.

Ha mencionado antes que la historia de la banda también fue accidentada. La muerte de Mauricio supuso un mazazo terrible...

Fue un momento muy duro. Si no hubiéramos tenido que terminar de cumplir el proyecto que tenía Mauricio, a lo mejor Almagato hoy por hoy no existiría. Fue un palo tan gordo, con toda la perspectiva que teníamos de cosas por hacer la semana siguiente, que estuvimos a un tris de deshacer el grupo. Pero quedaban cosas que Mauricio había planeado y que teníamos que concluir. El momento más difícil fue tocar sin él en la plaza del Pilar, en fiestas, a los pocos días de su muerte. Resultó dolorosísimo.

Hoy sigue muy presente gracias a su libro, al de Jorge Martínez y a una película en la que usted colaboró activamente. ¿Sirve todo ello para recordarnos que el éxito es relativo, que hay cosas más importantes?

A Mauricio la cuestión monetaria le traía totalmente al pairo. Para él la misión era actuar, poder sacar lo que estábamos componiendo o lo que queríamos publicar o hacer oír de autores argentinos. Supongo que si hubiéramos triunfado y hecho dinero, pues mucho mejor, pero la misión no era ‘boniar’ (sacar boniatos –billetes–), como decía Mauricio, sino dar a conocer lo que había en la poesía y en la música del noroeste argentino.

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