'La gran noche del pop': Netflix descubre los secretos de la curiosa grabación de 'We are the world'

Un documental cuenta las curiosidades de las escasas 12 horas en las que se algunas de las estrellas más rutilantes del momento se juntaron para cantar el himno solidario.

En 2025 se cumplen 40 años de la grabación de 'We are the world'. Un documental en Netflix recuerda el momento.
En 2025 se cumplen 40 años de la grabación de 'We are the world'. Un documental en Netflix recuerda el momento.
H. A.

A comienzos del año que viene se cumple la redonda cifra de 40 años de la noche en que algunas de las más famosas estrellas de la música estadounidense del momento se reunieron en un estudio de grabación de Los Ángeles para grabar una canción con vocación benéfica que acabaría convertida en uno de los éxitos más planetarios de la historia de la música: 'We are the world'.

Aquel improbable coro intergeneracional de números 1 fue tan influyente como efímero. Los cantantes que participaron se reunieron aprovechando una gala de los American Music Awards (AMA) que juntaba a casi todos en la ciudad californiana. La ventana de oportunidad que se abría era de apenas unas horas, las que iban desde el final de la ceremonia de entrega de premios, a las ocho de la tarde, al amanecer del día siguiente. Solo había un tiro en la recámara para dar en la diana.

La historia de los prolegómenos y de los detalles de aquella trepidante madrugada, la que fue del 28 al 29 de enero de 1985, se narran ahora en un documental de Netflix 'La gran noche del pop', en el que con material inédito se da cuenta, no solo de una reunión que quedaría para la historia de la música, sino también de la particular idiosincrasia de cantantes y compositores legendarios en un momento irrepetible del negocio musical.

A las estrellas se las ve primero nerviosas ante la singular cita, algunas hasta tímidas a la hora de ver por primera vez a quienes son compañeros e ídolos. Aparecen Bob Dylan profundamente desubicado, Ray Charles entregado a la causa, haciendo bromas con el otro ciego del grupo, Stevie Wonder, quien en un momento dado le muestra el camino al baño ante el jolgorio general; a Al Jarreau tratando de afinar como puede tras haberse pasado de copas y a casi todos sudando y bostezando después del palizón a horas intempestivas.

Lionel Richie, productor de la película, es el principal narrador de la historia, que él mismo echó a andar en comandita con Harry Belafonte, en aquellos años mito no solo de la canción sino de de la lucha por los derechos de los negros en Estados Unidos. Al rebufo de exitosísimas iniciativas previas como la de Bob Geldof y su Live Aid contra el hambre en África, Richie y Belafonte quisieron trasladar la idea al otro lado del océano y, ellos también, contribuir a acabar con una hambruna que, entonces, significaba también apoyar la causa de su propia raza.

Siguiendo la estela de Geldof, la empresa implicaba hace coincidir a cuantas más estrellas fueran del planetario musical patrio. Lo cual empezó a materializarse gracias a dos motores principales. Por un lado, el hecho de que el poderísimo productor musical, Quincy Jones, muñidor de algunos de los más importantes éxitos de la historia reciente de la música (entre ellos los álbumes más vendidos de Michael Jakson) se subiera al carro, así como Ken Kragen, representante de muchas de aquellas luminarias. Por otro estaba la ocasión única que proporcionaba la celebración en de los American Music Awards que, precisamente, presentaba Lionel Richie.

La compleja maquinaria comenzó a echar humo meses antes. Llamadas y más llamadas para convencer a los participantes en un empeño en el que más que con agendas, había que luchar con egos. Uno de los primeros en incorporarse fue Michael Jackson. Richie llamó también a Stevie Wonder con la idea de que los tres fueran los compositores de la canción. Pero Wonder tardó en contestar. Cuando finalmente lo hizo (en un tiempo, recordemos, sin móviles ni internet) la canción estaba prácticamente acabada entre Jackson y Richie, que trabajaron codo con codo en la mansión del primero. Wonder, no obstante, decidió unirse al proyecto al que, poco a poco, se fueron subiendo más estrellas que iban, a su vez, tirando de otras. 

Lo que se desprende del documental es que si bien el objetivo solidario siempre fue importante, no lo fue menos el cálculo comercial. Hubo a quien le costó decidirse por si se unía a un fracaso. Otro, sin embargo, enseguida detectaron en aquella melodía que se les hizo llegar en un casette y por correo, el éxito que acabaría siendo.

Las ausencias

Así, 'La gran noche del pop' también señala ausencias. Hubo quien faltó a la cita, como Madonna, que acudió a la ceremonia de los AMA pero no a la grabación posterior. Pero es Prince quien centra este capítulo. Según sostiene el documental, al cantante de 'Purple Rain' -disco por el que recibió varios premios aquella velada de los AMA- se le espero hasta el final. Incluso se invitó a su entonces novia, la cantante y baterista Sheila E., quien no duda, años después, en denunciar que llegó a sentirse utilizada como mero gancho para que compareciera Prince. Finalmente, el autor de 'When doves cry', que aquella noche fue premiada como mejor canción por encima de 'Thriller,' colaboró con un tema en la edición del disco, pero no acudió al estudio. La versión oficial, que corrobora Sheila E., es que su personalidad, en realidad tímida, le impidió enfrentarse a la experimental y poblada cita de famosos.

Además de con el testimonio de Richie, 'La gran noche del pop' cuenta con otros de quienes vivieron aquello en primera persona. Es el caso de Bruce Springsteen, quien voló de propio desde Buffalo tras terminar el que era el último concierto de su gira; Cindy Lauper, que pasó esa noche de la reticencia a la euforia; Huey Lewis, viviendo aquello como un niño con zapatos nuevos o Dionne Warwick, veterana voz que se embarcó en el proyecto por la confianza que le inspiraba Quincy Jones. Junto a estas entrevistas, las imágenes grabadas aquella noche permiten asomarse con alma de 'voyeur' a las intereaccones de esa pléyade intergeneracional de figuras: Tina Turner,  Billy Joel, Kenny Loggins, Kenny Rogers, Diana Ross, Dan Aykroyd, Willy Nelson, los hermanos de Michael Jackson o Smokey Robinson, entre otros.

Amén de cotilleos y rivalidades, de la posibilidad de poder ver a las estrellas en su condición de seres de carne y hueso, el documental tiene también la virtud de mostrar el prodigio técnico que también supuso la grabación. Se contó con los mejores para empastar voces muy distintas y a la vez todas icónicas en un salto sin red y sin ensayos previos.

La mano izquierda de Quincy Jones -que colgó un cartel de recibimiento  que rezaba "Dejad vuestros egos en la puerta"- fue determinante. Hubo de llamar al orden a los participantes en varias ocasiones y se encargó personalmente de que Bob Geldof estuviera presente. El británico silenció el gallinero inicial de saludos y nervios dando un discurso sobre los motivos por los que estaban allí: el sufrimiento real de miles de personas.

Desde el punto de vista puramente musical, el considerado mejor director de coros góspel del país fue en el encargado de empastar voces. A lo que se añadió también el talento natural de todos los participantes, especialmente de los que finalmente aportaron sus voces en solitario, algo que se produjo cuando el sol asomaba ya en el horizonte en Los Ángeles y la mayoría se encontraba exhausta y con sus gargantas al límite.

'We are the world' salió al mercado apenas dos meses más tarde, en marzo, y a día de hoy sigue siendo uno de los 'singles' más vendidos de la historia de la música además de, a través de la iniciativa USA for Africa seguir recaudando dinero para variadas causas.

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