salud mental

Rafael Carvajal: "En el psiquiátrico he pasado hasta tres días sujeto con correas a la cama"

El actor denuncia la "violencia psiquiátrica" de la contención mecánica en hospitales españoles, una medida que debería ser "excepcional".

Rafael Carvajal
Rafael Carvajal
R. C.

El actor Rafael Carvajal estaba en el barrio madrileño de Lavapiés con sus amigos. No pasaba un buen momento, y con diagnóstico de trastorno bipolar y depresión, decidió dirigirse a su hospital de referencia, a varios kilómetros de distancia. «Fui caminando, para calmarme. Llegué, dije en urgencias lo que sentía y me ataron a la cama. Estaba totalmente consciente», recuerda de la última vez que le inmovilizaron con ataduras, una práctica clínica empleada en España y censurada por organismos internacionales. «Yo pensaba que un psiquiatra vendría a hablar conmigo. Pero me dejaron solo en la habitación. Te atan, te llenan de químicos y te sueltan».

Conocida como contención mecánica, la medida aplicada a Carvajal busca «limitar los movimientos corporales de forma parcial o generalizada, mediante medios físicos», para «prevenir que el paciente se haga daño o agreda a otros, y asegurar que pueda recibir un tratamiento indispensable», explica Beatriz Martínez Núñez, psiquiatra y profesora del Máster en Intervención Psicológica de Niños y Adolescentes de la Universidad Internacional de La Rioja (Unir). «Debería ser una medida excepcional, indicada cuando han fracasado todas las alternativas, como la contención verbal y la farmacológica».

Aquella fue la última vez que Carvajal, de 60 años, profesor de inglés y empleado en el sector servicios, entró al ala de Psiquiatría de un hospital. La primera, veinte años antes. «Escuché unas campanas y creí que era un mensaje para mí. Me quité la ropa y entré desnudo a la misa con mi perro. Fue la primera vez que me ataron. Yo pensaba que me habían hecho un juicio sumarísimo y me estaban aplicando la inyección letal. Fue mi primera experiencia de estar atado. Cuando desperté, seguía atado en la cama del hospital». Consumidor de marihuana desde los trece y de alucinógenos desde los quince, Carvajal fue medicado con ansiolíticos, antisicóticos y litio, que comenzó a mezclar con cerveza.

Ingresado, según sus cálculos, una vez cada dos años, permanece en los centros de salud «entre ocho y diecisiete días». «He perdido la cuenta de cuánto he estado ingresado, pero en España siempre me han atado», refiere Carvajal, que también ha sido diagnosticado de trastorno episódico del humor y narcisismo.

«Es una tortura. Nunca me he sentido menos humano, te sientes otra cosa», prosigue. «En el psiquiátrico he pasado hasta tres días sujeto con correas a la cama. Te dejan comer, te traen comida y te sueltan los brazos. A veces te sueltan un pie, para ver cómo reaccionas. Un día me soltaron la mano y me quité el pañal y meé en el suelo. No te dejan ir al baño. ¿Tienes que cagarte encima? He estado en la cárcel, en un centro de desintoxicación y en el psiquiátrico. De lo tres, lo peor es el psiquiátrico. Muy de lejos».

Repleta de violencia y sometimiento por la fuerza y con correas en camas de hospital, su experiencia la vuelca ahora como actor, en la obra 'Contención mecánica' (Teatro de Barrio, Madrid, del 14 al 28 de enero), que parte del caso de Andreas Fernández González, «fallecida en la unidad psiquiátrica del Hospital Central de Asturias en 2017 después de permanecer 75 horas atada a una cama», indica la compañía Teatro de los Invisibles.

«Una contención debería ser vivida como un escenario penoso para todos y siempre una situación a evitar. Para ello debemos poner los medios que prevengan que el paciente pueda lesionarse y entrar en situaciones de peligro», sostiene Martínez Núñez. «Por desgracia, a veces nos encontramos con recursos infradotados o con pacientes esperando un dispositivo en servicios de urgencias y esto no ayuda a poner en marcha las estrategias que son necesarias para la prevención de la agitación que pueden llegar a padecer nuestros pacientes».

Historia de superación

Carvajal denuncia que «cuando eres un paciente psiquiátrico no tienes ningún derecho. Si entras, no te van a dejar salir. Lo he intentado, salir corriendo. Pero tienes gente que te coge. Puedes pelear pero vas a perder, porque son más que tú». Dirigido por Zaida Alonso, deja salir episodios como cuando se intentó suicidar. «Llegó un momento que ninguna droga me quitaba el dolor existencial. Intenté suicidarme. Me corté las venas en vertical (enseña la cicatriz)», o cuando no podía dormir y los celadores de un hospital le sujetaron y golpearon. «Me fisuraron una costilla», mantiene. «La violencia psiquiátrica que más he sentido es de parte de los celadores. Las enfermeras y los psiquiatras son los dirigentes, pero el instrumento es el celador».

Pero esta historia refleja también la superación: «En 2004 tomé tres decisiones: dejar de tomar cualquier cosa que cambiara mi estado de ánimo. Dos, tomar mi realidad mental en serio. Y tres, nunca pegar a ninguna persona, animal o cosa. En 20 años no me he drogado ni bebido». Desde 2015 no ha estado ingresado y reduce paulatinamente su medicación.

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