Por
  • Javier López Clemente

Donde sus vidas confluyen

Los protagonistas de la obra, Elena Rey y Xoel Fernández.
Los protagonistas de la obra, Elena Rey y Xoel Fernández.
T. E.

Antonio Muñoz Molina admira la escritura de Raymond Carver porque cuando termina alguno de sus cuentos y pone los ojos en la realidad, se da cuenta que la lectura le ayuda a descubrir una desolación que no había percibido. ‘Sofá y dos cuerpos’ es el viaje que va del primer flechazo de amor hasta esa desolación que sigue a la bronca definitiva. La sencillez escénica deja todo el espacio a los dos elementos esenciales de la función. La forma de contar la historia y el trabajo actoral.

La estructura dramática aliña la habitual presentación, nudo y desenlace con diferentes planos narrativos que van más allá de los diálogos de balada o una batalla de gallos. El monólogo inicial y final, además del cambio de punto de vista en una escena, nos ayuda a escapar del estereotipo de buenos y malos. Unas viñetas a modo de apartes de lo que parece una terapia aportan el aire fresco de una honestidad que solo es posible desde la intimidad del pensamiento. Las acciones perfectamente coreografiadas y el termómetro de una banda sonora que mide la temperatura emocional de la pareja completan un medio ambiente ideal que los actores aprovechan para regalarnos una fabulosa interpretación naturalista.

'sofÁ Y DOS CUERPOS' ****
Texto, dirección y espacio escénico:Mariano Rochman.
Música original:Ale Martí.
Intérpretes:Elena Rey y Xoel Hernández.

La primera tarea de Elena Rey y Xoel Fernández es eliminar la cuarta pared. Se trata de buscar la complicidad del patio de butacas hasta culminar en una danza sexual. A partir de ese momento, cuando todo empieza a ir cuesta abajo, vuelve la ortodoxia de la representación y el público asiste a la evolución de una debacle que entre algunas risas y muchos silencios nos lleva hasta la tristeza de lo que sería un desenlace aséptico. Pero entonces ella vuelve a conectar con los ojos del público en un alegato final imprescindible para que sus lágrimas provoquen la catarsis que precede a la esperanza.

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