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Félix de Azúa: "La poesía me dejó, la muy canalla, y uno no puede esforzarse en ser poeta"

El escritor y académico repasa su obra, sus amistades como Juan Benet, su presencia en la RAE y la situación de Cataluña, que le alejó de Barcelona

Félix de Azúa en Zaragoza, hace unos años.
Félix de Azúa en Zaragoza, hace unos años.
Oliver Duch.

Miembro canónico de los Nueve Novísimos, catedrático de Estética de la Universidad de Barcelona y miembro de la Real Academia de la Lengua. Félix de Azúa (Barcelona, 1944) es un autor distinto.

¿Qué significó para usted que Josep María Castellet le eligiera en 1970 como uno de los nueve poetas que, según él, estaban renovando la poesía española?

Yo era muy jovencito y no me enteré de nada. Me juntaba con un grupo de amigos, sobre todo con Pedro Gimferrer, que era el que llevaba la voz cantante. Fue él el que hizo casi todo y el que le dijo a Castellet a quienes tenía que incluir en la antología.

Desde ‘Farra’, publicada en 1983, no ha publicado nada en poesía, salvo recopilaciones y antologías, ¿cuál es el motivo de esa deserción?

Esto es como las parejas amorosas; no fui yo quién desertó, sino la poesía la que me desertó. Me dejó, la muy canalla; ya sabe usted que uno no puede esforzarse en ser un poeta: o lo es o no lo es. Si no posees inspiración lo mejor que puedes hacer es dedicarte a ser bombero.

Parece como si en la narración le interesaran los personajes derrotados. No hay más que leer ‘Historia de un idiota contada por él mismo’ o ‘Diario de un hombre humillado’. ¿Es el fracaso uno de los temas preferidos de su literatura?

De la mía y de la de casi todo el mundo porque la primera novela que es ‘El Quijote’ es ya la historia de un fracaso. Decía Tolstói: todas las familias felices son iguales y, por tanto, un poco aburridas.

"La cultura va a ir por ese camino y la vieja cultura, la de verdad, la de la palabra, la de la seriedad, la cultura adulta va a desaparecer. La cultura, hoy día, está representada con ese emoticono estúpido que es una sonrisa"

Al leer ensayos suyos como ‘El aprendizaje de la decepción’ y ‘Esplendor y nada’, está claro que le atrae la frustración y el desengaño. ¿No es esta la sociedad que imaginaba tras la Dictadura o la lucidez conlleva el desencanto en literatura?

Son dos cuestiones separadas, en realidad lo del desencanto o la desilusión es más una cuestión de época que una cuestión española y de tipo político. A mi generación le ha tocado estar en la bisagra, entre un mundo antiguo que ha desaparecido, un mundo serio y adulto y el mundo que ha comenzado con el siglo XXI, que es un mundo infantiloide dominado por la imagen más que por la palabra.

¿Qué papel jugó en su formación el anarquismo del poeta y filósofo Agustín García Calvo?

Agustín era el filósofo más interesante que había entonces en España. Tenía una formación extraordinaria, sobre todo de filosofía antigua: presocrática y helenística. Tenía sus preferencias dentro de la filosofía, por ejemplo, prefería a Kant antes que a Spinoza y no le tenía simpatía a Hegel pero sabía que la base moderna de la filosofía era éste. En definitiva, él condicionó mucho mis estudios y fue un amigo entrañable.

Hace unas semanas, en un acto de la Real Academia, seleccionó usted a Juan Benet como uno de sus narradores preferidos. ¿Por qué? ¿Se podría decir que él importó ese estilo que viene de William Faulkner y llega hasta Javier Marías?

Benet fue mi maestro y, en cierto modo, mi padre. Tuve una relación muy íntima con Juan cuando yo vivía en Barcelona. Por eso, cuando iba a Madrid iba a su casa. Y estaba con los cinco hijos de Benet y yo era el sexto: el hijo adoptado. Todo lo aprendí de él, pero sobre todo una cuestión importantísima: la actitud moral del escritor; como hay que estar en el mundo si uno se dedica a esta tontería que es el escribir. Junto a Ferlosio tenía la prosa más robusta de la posguerra, era de una gran belleza. Los dos fueron muy atacados por los castizos, por la herencia de Galdós o Cela.

Félix de Azúa hace unos días en Madrid, donde vive ahora.
Félix de Azúa hace unos días en Madrid, donde vive ahora.
Manuel Micheto.

Durante los años 80 y 90 del pasado siglo parecía que el testigo de la literatura lo había tomado Suramérica con el Boom. Ahora, paree que ha regresado a España. ¿Qué autores frecuenta en novela y poesía?

Fue la proa de un destructor que se cargaba por completo a la escuadra del realismo socialista. Los primeros escritores destacados fueron Cortázar, Vargas Llosa y García Márquez. Destruyeron por completo el andamiaje que se impuso en España de la mano de Juan Goytisolo. Hay una anécdota muy bonita de Alfonso Grosso cuando le preguntaron ¿qué le parece a usted la época de la literatura social? A lo que respondió: «¡Claro! Venía Goytisolo de París y nos decía como teníamos que escribir y, mientras tanto él, en París ¡escribiendo bien!».

Además de los tres ya nombrados, los buenos de verdad eran Rulfo, Onetti y Vargas Llosa. Creo que García Márquez fue sobrevalorado y a Cortázar muy poca gente lo lee ya. En la actualidad leo muy poca novela, salvo las de los amigos como Javier Marías o Andrés Trapiello. De poesía ya no leo nada, solo releo a los clásicos.

¿Cuál es su opinión sobre la imparable incorporación al ‘Diccionario’ de términos procedentes no solo de la tecnología sino de las modas lingüísticas?

En la RAE hay dos secciones: la de los científicos, entre comillas, que son lexicógrafos, gramáticos, etc. y la de los escritores. Los primeros son sociológicos, partidarios de incluir aquellos términos que usa la población. En cambio, los escritores somos más selectivos, reacios a incluir palabras como ‘machirulo’.

"Benet fue mi maestro y, en cierto modo, mi padre. Tuve una relación muy íntima con Juan cuando yo vivía en Barcelona. Por eso, cuando iba a Madrid iba a su casa. Y estaba con los cinco hijos de Benet y yo era el sexto: el hijo adoptado. Todo lo aprendí de él, pero sobre todo una cuestión importantísima: la actitud moral del escritor"

Está claro que cada vez leemos menos y el papel como soporte está en retroceso. ¿Tenía razón Marshall McLuhan? ¿Va a cambiar lo digital la literatura?

Lo que antes llamábamos cultura ahora está dominado por el mundo de la imagen. Como tengo una hija de doce años, conozco bien el tema. Constantemente estoy negociando con ella lo que se puede hacer con las pantallas y lo que no. Afortunadamente no me hace el menor caso. Es inútil, no nos podemos oponer a ello. La cultura va a ir por ese camino y la vieja cultura, la de verdad, la de la palabra, la de la seriedad, la cultura adulta va a desaparecer. La cultura, hoy día, está representada con ese emoticono estúpido que es una sonrisa.

Usted ha sido linchado moralmente en Barcelona cuando se atrevió a criticar a Ada Colau. ¿Hasta qué punto el Procés está afectando a la literatura en español que se hace en Cataluña?

No solo ha destruido la literatura sino toda la cultura catalana. Cuando la gente habla de Cataluña no repara en que son dos cosas distintas. Una es Cataluña, que es un territorio rural, agrario, que nunca se ha dedicado a la cultura. Y luego está Barcelona. Así, Cataluña y Barcelona no tienen absolutamente nada que ver. Fue Pujol quién inventó que Cataluña eran las dos cosas juntas. A partir de aquí, como diría Vargas Llosa, «se jodió el Perú».

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