En la tarde del domingo concluyó una nueva edición otoñal de Bombo y Platillo, ese ciclo de músicas dispares, selectas y minoritarias que se ha convertido en imprescindible y tantas alegrías y descubrimientos nos ha proporcionado a lo largo de sus muchos años de andadura. Para cerrar la temporada las elegidas fueron Ixeya, joven dúo zaragozano –concretamente de la pequeña localidad de Santa Engracia, cerca de Tauste- formado por Eli López y Miriam Carbonell, que en los últimos años andan peleando por dar a conocer una propuesta que denominan como folk acústico rural.

De entrada hay que decir que me parece estupendo que Bombo y Platillo haga hueco en su programación -casi siempre exquisita y con abundante presencia internacional- a los nuevos valores de la escena musical aragonesa; otro asunto es que Ixeya estuvieran a la altura de los niveles de calidad a que nos tiene acostumbrados este ciclo. Hoy por hoy, en su caso las buenas intenciones están muy por encima de los resultados concretos que llegan a plasmar sobre el escenario.

Sin duda el punto fuerte de Eli y Miriam son sus voces, bien empastadas y complementarias (llevan cantando juntas desde niñas, dijeron), pero la cosa flojea en el aspecto instrumental, de austera sencillez en las guitarras y que en el caso del acompañamiento percusivo del cajón resulta más bien rudimentario. Aparte de ello, y con algún puntual acercamiento a la jota, en las canciones del dúo se echa en falta la presencia de rasgos novedosos que les permitan abrirse paso con sello propio entre esos renovadores de la música popular que tanto han proliferado en los últimos años.

En el balance positivo de esta edición de Bombo y Platillo quedan para el recuerdo las extraordinarias actuaciones de Matt Elliott, Nadine Khouri o Maita, que dan sentido a este singular ciclo; esperaremos a la primavera, Bandini.