Por
  • Enrique Abenia

'Wish': Disney y la revuelta de las ilusiones

Asha y la cabra Valentino en 'Wish. El poder de los deseos', de Disney.
Asha y la cabra Valentino en 'Wish. El poder de los deseos', de Disney.
Disney. 

Disney se asocia a la infancia, los clásicos, los recuerdos imborrables y a los momentos compartidos en familia, tanto de niño como cuando las películas se ven con los hijos. Su centenario implica por ello su parte de emoción, coyuntura que el estudio celebra con ‘Wish. El poder de los deseos’, en la que la historia original descrita se reviste del autohomenaje a la trayectoria y al legado. La obra de Chris Buck (‘Frozen’) y Fawn Veerasunthorn conjuga lo de siempre, manifestado principalmente en la fantasía, la protagonista femenina, las canciones o los diseños de personajes, con el barniz de lo nuevo (algunos detalles del tratamiento formal; su representación de la diversidad, por suerte esta vez sin énfasis). Un cauce aderezado con un variado repertorio de guiños, ecos, evocaciones y referencias en el que caben las menciones claras y las más sutiles. La magia fluye, aunque no con la carga que requiere su concepción conmemorativa. Le falta el aura de los filmes Disney que se convierten en algo especial.

Desarrollada en una isla mediterránea regida por un hechicero que custodia los deseos de sus habitantes, atrae e interesa sin que surja lo arrebatador en cuanto a simpatía (lo suscitado por Asha, por la cabra parlante y por la adorable estrellita contrasta con el perfil insulso del grupo de amigos) y canalización emocional. No obstante, exhibe un bonito discurso sobre la magia interior y la colectiva, la vida que dan las ilusiones y la importancia de tenerlas presentes.

'Wish. El poder de los deseos' ***
Dirección:Chris Buck y Fawn Veerasunthorn.
Guión:Jennifer Lee y Allison Moore.
Música:Dave Metzger.

El relato cuenta con un buen villano a pesar de que su dimensión no alcance la de las figuras memorables. El subtexto que lleva aparejado remite con sugerencia a las mentiras de un poder que promete y asegura otorgar y que en realidad arrebata. La tardanza en el despertar general y el rostro que saca el narcisista rey, que se entrega a lo oscuro cuando brotan la revuelta y el cuestionamiento, desprenden asimismo recorrido.

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