Por
  • Gonzalo de la Figuera

The Fleshtones: genio y figura (más o menos)

un momento del concierto de The Fleshtones en la sala Zeta.
un momento del concierto de The Fleshtones en la sala Zeta.
Antonio Elías/Facebook

Diríase que Peter Zaremba (¿el apellido más chulo de la historia del rock?) y Keith Streng, los cabecillas de The Fleshtones, se cayeron de pequeños en la marmita, como Obélix, pues frisando los 70 tacos siguen derrochando una energía, una vitalidad y unas ganas de fiesta que para sí quisieran muchas bandas veinteañeras. Lo suyo es un tremendo desparrame de rock’n’roll garajero y asilvestrado que desató la locura entre los asistentes a su concierto del martes en la sala Zeta.

Ya desde el inicio Zaremba mostró su vena más gamberra y vacilona, su amor por Goya y la cerveza Ámbar, y repitiendo consignas en castellano del tipo “¡The Fleshtones en vivo, más o menos! ¡Demasiado talento!”. Piezas como ‘Hitsburg USA’, ‘Going back to school’ o ‘New scene’ fueron caldeando los ánimos, mientras Streng, guitarra en ristre, no cesaba de lanzar patadas al aire y volatines, subiéndose a un bafle para saltar desde ahí como una liebre, sin perder la compostura ni dejar de disparar potentes guitarrazos.

The fleshtones ****
Componentes:Peter Zaremba, voz, teclado y armónica; Keith Streng, guitarra y voz; Ken Fox, bajo y voz; Bill Milhizer; batería. 

La banda neoyorquina siguió repasando canciones de todas sus épocas, como ‘Dreaming about work’ (con el bajista Ken Fox en función solista), ‘I’ve gotta change my life’, ‘Manpower debut’, ‘I surrender’, ‘Remember The Ramones’ o ‘Soul shake’, ante el creciente alborozo de una concurrencia que disfrutaba de lo lindo. Cierto es que la veta soul que tanto marcó su sonido en su primeros tiempos ahora se ha difuminado bastante, con menor presencia del órgano Farfisa, pero su contundente amalgama de rock primitivo, garaje, rhythm’n’blues, new wave y punk todavía funciona de forma irresistible. Da gusto ver a una banda tan veterana salir al escenario con esa actitud, con el ímpetu y el espíritu lúdico de unos chavales; casi cuarenta años después de sus primeros –y memorables- conciertos en la sala En Bruto, imposible aburrirse con The Fleshtones.

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