Por
  • Javier López Clemente

'La ilusión conyugal': un juego de verdades incómodas

Ángela Cremonte, en un momento de 'La ilusión conyugal'.
Ángela Cremonte, en un momento de 'La ilusión conyugal'.
Heraldo.es

Hace diez años esta función se titulaba ‘Los hombres (no) mienten’ para mayor gloria del irrepetible actor Arturo Fernández y de la Alta Comedia, ese hábitat dramático donde la vida se desarrolla en torno a un sofá de diseño, una güisquera de cristal tallado y una chacha en la cocina. El título actual tiene un significado más complejo. ‘La ilusión conyugal’ juega al despiste. Regatea a la realidad mediante un engaño, pero también es la esperanza de cumplir un deseo. Engaño y esperanza. Dos palabras que orbitan esta comedia doméstica para inocular en el matrimonio la agitación del triángulo de marido, esposa y amante.

El texto de Éric Assous tiene la estructura de planteamiento, nudo y desenlace, dosifica muy bien la información para que la peripecia construya el enredo hasta culminar con una inesperada sorpresa final. Los diálogos parecen duelos de florete que van desde la repetición insustancial hasta una pizca de reflexión casi siempre velada por la ironía, los sobreentendidos y algunos silencios incómodos que dan un poco de aire a la avalancha de palabras que, un pelín desangeladas, parecen a la espera de una coreografía más interesante y cautivadora que el manido cara a cara. Aunque se agradece que apenas se traspase la frontera de la gesticulación y ese momento de humor gestual con dos vasos y una copa de por medio… ¿Todavía hace gracia que un personaje sea tartamudo?

'La ilusión conyugal' **
Autor: Éric Assous.
Dirección: Antonio Hortelano.
Reparto: Alejo Sauras, Álex Sauras, Álex Barahona y Ángela Cremonte.

Alejo Sauras y Ángela Cremonte recorren el arco dramático de sus personajes de una manera aseada y administrativa, mientras la pachorra del personaje de Alex Barahona pone el contrapunto tranquilo a una comedia que pretende atrapar sonrisas cómplices antes que caer en el vértigo de la carcajada. Como escribió Pedro Zapater en estas mismas páginas. ‘La ilusión conyugal’ "es un juego de verdades incómodas".»

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