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Héctor Gómez-Maluenda: "Descubrir el pasadizo secreto de Keops ha sido la gran aventura de mi carrera"

El científico nacido en Zaragoza en 1979 forma parte del equipo francés que ha conseguido el denominado "hallazgo arqueológico del siglo". 

Héctor Gómez-Maluenda
Héctor Gómez-Maluenda
Heraldo.es

¿De niño y adolescente ya soñaba con ser científico?

Desde el instituto siempre me atrajo la ciencia. Y cuando pensaba en hacer una carrera universitaria, barajé entre Matemáticas o Física. Al final me decanté por la segunda.

¿Hubo alguien que le influyera?

Nadie en concreto. Fue algo progresivo. Fui cursando asignaturas en el colegio y en el instituto y enseguida me di cuenta de que me gustaban muchísimo más las de ciencias que las de letras.

¿Era un estudiante muy concienzudo? ¿Cuánto sacrificio hay detrás de sus éxitos?

Me consideraba un estudiante trabajador. Cuando hice la licenciatura de Física, los dos últimos años tuve que escoger una especialización. Fue ahí cuando me decanté por la Física Nuclear porque en aquellos tiempos me llamaba la atención todo lo relacionado con la energía nuclear. Obtuve una beca para hacer el doctorado. El periodo de tesis requería mucho esfuerzo. Es una carrera muy vocacional pero muy sacrificada. Hay que echar muchas horas.

¿Qué recuerdos conserva de sus años universitarios en Zaragoza?

Muy buenos. Soy de Zaragoza y estaba en mi casa. Guardo todavía buenísimos amigos que hice en la carrera. De hecho, sigo contribuyendo con la Universidad de Zaragoza como colaborador externo. Fueron unos años que recuerdo con mucho cariño.

¿Fue difícil la decisión de dejar su ciudad y marchar a Francia?

Fue un poco difícil, pero era una decisión un poco forzada por los hechos. Cuando quieres continuar tu carrera investigadora tras hacer tu tesis, lo más recomendable es hacer un ‘postdoc’ en el extranjero para enriquecer el currículo. Cuando marché la idea era tratar de volver a Zaragoza o cerca. Cuando emigré en 2011 a Francia me fui un poco triste pero feliz porque iba a participar en un proyecto muy interesante, que estaba ligado muy estrechamente con el Laboratorio Subterráneo de Canfranc, lo cual me permitía mantener el contacto con la Universidad de Zaragoza y con Canfranc. Pero si soy sincero, no me esperaba acabar desarrollando tanta carrera científica en el extranjero y conseguir una plaza permanente en el complejo CEA de París. En 2011 no se me pasaba por la cabeza estar tanto tiempo lejos de casa.

¿El ecosistema laboral en Francia para los científicos es mucho más propicio que en España?

Mi experiencia personal dice que sí. Posiblemente se pongan más medios. Hay una red de laboratorios más amplia. Hay varias instituciones, además de las universidades, que están dedicadas a la investigación. Mi impresión es que el ecosistema en Francia es mejor que el de España.

Esta semana se ha conocido el descubrimiento del pasadizo secreto de la pirámide de Keops gracias a la labor del equipo al que pertenece. ¿Cómo ha vivido este reconocimiento de alcance planetario?

Para nosotros ha sido muy sorprendente. A lo largo de nuestras carreras obtenemos diversos resultados con los experimentos, pero el impacto social que ha tenido lo de Keops no es comparable ni remotamente con otros trabajos de mi carrera. Tanto mis compañeros como yo estuvimos muy contentos por el resultado, pero a la vez un poco abrumados. No estamos acostumbrados a esta repercusión tan grande.

Dieron con el pasadizo gracias a la muografía. Explique a los lectores de HERALDO qué es.

La muografía es el equivalente a las radiografías que se hacen con rayos X en los hospitales cuando nos rompemos un brazo, pero en lugar de los rayos X utilizamos unas partículas que se llaman muones, que se producen en la atmósfera y que nos están atravesando constantemente. El principio de reacción es exactamente el mismo, generar un plano de densidad del objeto. Lo único es que como los muones por su energía son capaces de atravesar mucha más materia que los rayos X, esa característica es la que permite hacer imágenes mucho más grandes.

Ha trabajado en el interior de la pirámide. ¿Lo ha vivido como una aventura?

Totalmente. Ha sido la gran aventura de mi carrera. Nosotros, como físicos de partículas, estamos acostumbrados a trabajar en el laboratorio o en instalaciones muy especiales. Pero nada es comparable con que tu laboratorio sea la gran pirámide de Keops y que para instalar tu experimento tengas que arrastrarte por las galerías. Como experiencia no tiene comparación con ninguna otra.

¿Se sintió un privilegiado por disfrutar de un espacio tan especial y cargado de historia?

Sí, por supuesto. Había momentos en los que estaba tan focalizado en mi cometido de instalar los telescopios que no pensaba en dónde estaba trabajando. Pero había otros momentos en los que, para hacerlo con más comodidad, entrábamos cuando no se realizaban visitas de turistas, con lo cual nos encontrábamos solos en la pirámide y nos colábamos en estancias alucinantes. Si pensabas un poco en la historia que hay detrás de las diferentes cámaras, te maravillabas por el privilegio que suponía disfrutar de este monumento para nosotros solos.

Gómez-Maluenda, en el interior de la pirámide de Keops.
Gómez-Maluenda, en el interior de la pirámide de Keops.
CEA

¿Cómo era su jornada? ¿Hacía mucho calor en el interior?

Eran viajes y jornadas muy largas. Los tres viajes que hice a las pirámides para instalar los telescopios y cambiarlos de posición duraban una semana en la que tratabas de concentrar toda la labor. Comenzábamos a las 6.00 para aprovechar el día al máximo y nos acompañaban las autoridades locales. Había momentos en que los turistas pasaban a nuestro lado y se sorprendían de nuestra presencia. Terminábamos a las 18.00 o incluso más tarde. La temperatura en el interior de la pirámide es agradable, de unos 20 grados, pero no hay ventilación, con lo cual la humedad subía un montón. Era un ambiente un tanto agobiante. Si lo combinabas con el hecho de trabajar en galerías pequeñas de menos de un metro de altura, con el polvo que hay dentro, formaba un ambiente muy particular, mucho más duro que en un laboratorio.

¿Cómo reaccionaron cuando dieron con el pasadizo secreto?

Lo vivimos con mucha emoción. Comenzamos a analizar los datos y vimos que había algo que no esperábamos. Antes de dictaminar la conclusión definitiva nos aseguramos mil veces de que no cometíamos ningún error. Todos los test encajaban y señalaban que allí había una cavidad desconocida. Lo primero que hicimos fue compartirlo con el resto de equipos. Fue un día de mucha alegría. Y cuando la noticia llegó a manos de los arqueólogos y egiptólogos y dijeron que se trataba del descubrimiento del siglo, nos sentimos orgullosísimos.

¿Qué otros proyectos en los que ha estado involucrado destacaría?

Respecto a la muografía ahora estamos trabajando en aplicar la misma técnica en escanear reactores nucleares. Eso permitirá conocer muy bien la estructura interna de un reactor justo antes de se inicie su desmantelamiento tras acabarse su vida útil. Propiciará que el desmantelamiento sea más seguro y mejor, lo cual tendrá un impacto directo en la seguridad nuclear. Eso sería un gran avance. En el plano general, he trabajado a lo largo de mi carrera en investigación más pura y dura. No hay que olvidarse de que gracias a ese trabajo más oscuro luego puedes pensar en aplicaciones más llamativas.

Su ejemplo puede inspirar a otros jóvenes aragoneses hacia la ciencia. ¿Qué les diría?

Que disfruten, que se informen si les interesan estos temas. En las ciencias y en la investigación hay miles de posibilidades que son muy atractivas. Les motivaría a que si les pica el gusanillo, que se entreguen. Es un camino duro pero apasionante. Seguro que no se van a arrepentir de estudiar una carrera científica. Y hasta pueden vivir aventuras como la mía en Egipto. Nunca sabes dónde te llevará la ciencia. Cuando comencé en Zaragoza a estudiar Físicas, jamás pude llegar a adivinar que iba a acabar haciendo un descubrimiento arqueológico.

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