Por
  • Luis A. Bes

Sonido coral transparente

El Orfeón Pamplonés, este sábado 18 de febrero, en la sala Mozart del Auditorio.
El Orfeón Pamplonés, este sábado 18 de febrero, en la sala Mozart del Auditorio.
A. Z.

Arrancaron derrochando sensibilidad en ese sombrío inicio coral en pianísimo. Los setenta y cinco miembros del veterano Orfeón Pamplonés atacaron el ‘Requiem alemán’, de Brahms, exhibiendo buenas dosis de equilibrio grupal, a tempo bien pautado y sin autoconcesiones, bajo la batuta de su titular Igor Ijurra.

Sus registros, compactos, produjeron un sonido único de voz transparente, afinación intachable y una capacidad dinámica que fue desde la marcha fúnebre lacrimosa y delicada del “Porque toda carne es como la hierba”, a la solidez dramática del “Bienaventurados son los difuntos”. Aquí lució especialmente bien la melodía radiante de las sopranos, seguida de las voces profundas e igualmente bien empastadas de los bajos. Siempre bajo el control preciso de Ijurra, siempre escuchándose unos a otros y recreándose en la sonoridad de los acordes finales, sin estridencias ni asperezas, con una disciplina admirable de conjunto coral. 

ORFEÓN PAMPLONÉS ****
Programa‘Un réquiem alemán, opus 45’ de J. Brahms. Adaptación para solistas, coro, dos pianos y timbales de Heinrich Poos.
Músicos y cantantesDiana Yerro y Leyre Lisarri. Percusión: Aingeru Otxotorena. Cantantes solistas: María Ruiz Romero, soprano, y Petrică Ariton Iliuță, barítono
DirectorIgor Ijurra.

Unas virtudes que quedaron palpablemente resaltadas al tratarse de la versión en reducción acompañada tan solo por dos pianos y timbales, en sustitución de toda una orquesta sinfónica. De forma que en muchos pasajes el coro sonaba prácticamente a capela ante el comparativamente tenue acompañamiento instrumental de esta obra de Brahms.

La masa coral puso mucho sentimiento en ‘Cuán deliciosas son tus moradas’, el movimiento más conocido, articulando bien sus hermosos pasajes fugados de pastoral serena.

Buen trabajo, en general del barítono Petrică Ariton Iliuță en sus intervenciones, aunque algo engolado en ‘Señor, enséñame’. E igualmente buen papel, en general, de la soprano María Ruiz, quien lidió con soltura en ‘Ahora estáis tristes’, donde fue ganando calidez y firmeza, trazando una línea de canto hermosamente timbrada, bien arropada por el coro. No hubo bises.

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