Por
  • Luis Alfonso Bes

Bamberger Symphoniker: sonoridades magistrales

Un momento del concierto de la Bamberger Symphoniker el jueves en el Auditorio de Zaragoza.
Un momento del concierto de la Bamberger Symphoniker el jueves en el Auditorio de Zaragoza.
Francisco Jiménez

Se yergue, se agacha, se balancea, toda espectáculo, empujando música sólida desde la punta al talón de su arco. Su histrionismo escénico envuelve un arte violinístico neto y muy expresivo, que no deja a nadie indiferente. Patricia Kopatchinskaja salió al escenario alzando el brazo para enarbolar su violín Giovanni Francesco Pressenda de 1834 y, también, la partitura que se disponía a interpretar. El ‘Concierto en re mayor’ de Stravinski arrancaba con sus primeros acordes ‘ex abrupto’, con toda la brusquedad y viveza de la partitura, que sonó fielmente recreada por Kopatchinskaja. El sonido noble y profundo de su instrumento, quedó, no obstante, en algún pasaje de la ‘toccata’ algo ensordecido por la orquesta, para luego expandirse con protagonismo y expresividad en los siguientes movimientos. Así, la violinista moldava se explayó luego en pasajes preciosos en dobles cuerdas, jalonados de armónicos producidos apenas rozando las cuerdas con los dedos y obteniendo sustancia sonora de alta calidad. Los pasajes vertiginosos del ‘capriccio’, trajeron la apoteosis a la sala con todo el inventario de técnicas espectaculares del instrumento virtuosístico por excelencia.

Bamberger symphoniker *****
Programa:'Obertura Leonora III, op. 72-a', de Beethoven; 'Concierto para violín en re mayor', de Stravinski; y 'Sinfonía número 9, del Nuevo Mundo', de Dvorak.
Violín solistaPatricia Kopatchinskaja.
DirectorJakib Hrusa.

La Bamberger Symphoniker había comenzado el concierto con la ‘Obertura Leonora III’, de Beethoven, bajo la dirección de Jakub Hrusa, quien extrajo abundantes planos sonoros y matices bien administrados con gesto geométrico y línea de la música impecablemente definida. Virtudes que luego contribuyeron a una interpretación excepcional de la ‘Sinfonía nº 9, del Nuevo Mundo’, de Dvorak. La formación estuvo grandiosa en todas sus secciones, produciendo cantidades industriales de sonido de primera magnitud, con un Hrusa magistral en el centro de la esfera sonora, y regalando el allegro de la ‘Suite americana’, de Dvorak, como bis.

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