'Living': un bello y triste cuento
Hay actores que multiplican el valor de sus personajes, directores que ponen su talento al servicio de una obra ajena y guionistas que saben adaptar con precisión a un clásico. Es el caso del gran actor Bill Nighy, del desconocido realizador Oliver Hermanus y del guionista británico de origen japonés Kazuo Ishiguro, Nobel de Literatura en 2017 y autor de novelas llevadas al cine como ‘Nunca me abandones’ o ‘Lo que queda del día’. Entre los tres forjan ‘Living’, ‘remake’ de ‘Ikiro’ (‘Vivir’), película de Akira Kurosawa de 1952 que gira en torno a la vida y la muerte.
En el Londres de comienzos de los cincuenta, un funcionario rígido y metódico cambia radicalmente cuando le dan un mal pronóstico médico y se transforma en otra persona. Su familia, sus compañeros de trabajo y hasta un desconocido son testigos del fenómeno que se opera en él, aunque desconocen las razones. Este es el punto de partida que sirve para retratar la vulnerabilidad y la complejidad del ser humano.
Pocos actores podrían haber encajado mejor el personaje que ese soberbio Bill Nighy, cuyo rostro muestra las huellas de la existencia y de cuya boca salen sabias reflexiones. Nighy dota a su protagonista de gran magnetismo, envolviéndolo en la atmósfera de ese Londres de la década de los cincuenta y situándolo en ese edificio de oficinas del que es reina la burocracia. Estupendas son, en este sentido, las secuencias protagonizadas por esas tres mujeres que quieren un parque para su barrio -que, al final, será el parque de la vida y de los sueños-, empeño que las lleva de un despacho a otro sin obtener nunca solución.
Sus buenas caracterizaciones, el espléndido trabajo de ambientación, las estupendas interpretaciones y, sobre todo, las reflexiones, las conversaciones y los silencios hacen de ‘Living’ una buena y muy interesante película. Un bello y hermoso cuento triste que se ve con mucho agrado.
