Por
  • Francisco Javier Aguirre

Orquesta Sinfónica de Viena: dos genios de la mano

La Orquesta Sinfónica de Viena ofreció un concierto en el Auditorio de Zaragoza.
La Orquesta Sinfónica de Viena ofreció un concierto en el Auditorio de Zaragoza.
Heraldo.es

Pocas formaciones musicales mejor cualificadas que la Orquesta Sinfónica de Viena para dar vida al ‘Concierto para piano nº 21, en Do Mayor, K. 467’, de Mozart, que llenó de armonías la tarde del viernes, día 24. Mozart en su sala y trasladado desde la capital austriaca por unos intérpretes plenamente imbuidos del ‘ánima’ que inspira la pieza.

Ánima que envolvió desde los primeros arpegios al canadiense Jan Lisiecki en diáfano diálogo, bien con el teclado, bien con el conjunto instrumental, dotando de personalidad a la temática del marchoso 'Allegro maestoso' que abre el camino al refinado y casi romántico 'Andante' que le sigue. Un relato melódico impregnado de paz, generador de armonía, sustentado por un lirismo difícil de dimensionar que el también joven director israelí Omer Meir Wellber condujo con gusto y equilibrio hasta desembocar en el 'Allegro vivace' en el que soltó amarras a una nave sinfónica que navegó por terrenos sembrados de optimismo y luminosidad. El ‘Nocturno nº 20, Op. post.’, de Chopin, fue la propina del pianista.

Orquesta sinfónica de viena *****
Piano:Jan Lisiecki.
Director: Omer Meir Wellber.
Programa:Obras de Mozart y Mahler.

Del refinamiento mozartiano a la complejidad mahleriana. Wellber demostró conocer bien el nuevo terreno a desbrozar. La rotundidad del arranque de la ‘Sinfonía nº 5, en Do sostenido menor’, del compositor checo, con la conocida 'Marcha fúnebre', anunciada por la trompeta, fue el preludio del despliegue modular que vendría a continuación, con Wellber atento a controlar la explosividad a que invitan los compases de este contradictorio movimiento tan revelador del estado anímico del músico, presa de emociones que traslada a la partitura con una energía que es preciso hilar bien.

En la misma senda transitaron los dos movimientos siguientes hasta la llegada del sereno 'Adagietto' popularizado por el cine de Visconti. Brillante y rotundo el 'Rondo' final. La polka ‘Tris Tras’, de Strauss, fue la propina.

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