Fue todo pasión. El primer violín atacó el primer movimiento con toda la potencia expresiva de la que el instrumento rey de la orquesta es capaz y el piano no tardó en responder con decisión y fluidez. Sobre el escenario, el Cuarteto Gerhard junto al pianista Josep M. Colom iniciaron el ‘Quinteto en fa menor FWV 7’, de César Frank, con una fuerza dramática formidable. El conjunto de cámara tocó esta obra monumental, de unos cuarenta minutos de duración, repartiendo sonido generoso, empastado, ajustado y cargado de matices, desde los primeros pasajes. Hubo momentos relajados rítmicamente y otros llenos de armonías sorprendentes que culminaron en fuertes contrastes dinámicos, como ese vehemente crescendo a fortísimo.

Luego, en el lento, el conjunto de cámara siguió ofreciendo música sublimada hasta el extremo, que sonó sensible, bien enfatizada y cargada de anhelos románticos; recreando con maestría el lenguaje musical diáfano de César Frank, hoy popular ante todo por su ‘Panis angelicus’, interpretado en tantas bodas y ceremonias. Y el movimiento final sonó cohesionado y dotado de toda la fogosidad que exige la partitura.

Este exitoso programa de la Sociedad Filarmónica se completaba con otra obra no menos monumental: el ‘Quinteto para piano y cuerdas en fa menor, opus 34’, de Johannes Brahms, que llenó toda la segunda parte, sentenciando la indiscutible calidad de un grandísimo Cuarteto Gerhard complementado por el piano de Josep M. Colom. Con arcos cuajados de música produjeron un sonido romántico de alta calidad, adecuadamente vibrado, al que el piano aportó un marcado carácter vertebrador, sellando una interpretación conjunta de hondo calado sinfónico y confirmando, una vez más, la forma musical quinteto como el medio ideal para la expresión de las emociones humanas más profundas.