Por
  • Enrique Abenia

La gesta y lo de detrás: '42 segundos' de waterpolo en Barcelona 1992

La película recoge la tensión entre los waterpolistas de Barcelona y Madrid y la forja de un gran equipo. En la imagen Jaime Lorente y Álvaro Cervantes.
La película recoge la tensión entre los waterpolistas de Barcelona y Madrid y la forja de un gran equipo. En la imagen Jaime Lorente y Álvaro Cervantes.
Archivo Heraldo.

La selección masculina de waterpolo entró en el imaginario deportivo español por su gesta en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, culminada con el oro en Atlanta 96. El logro adquiere mayor relieve si se sabe lo que había detrás, foco de ‘42 segundos’, película que muestra que el equipo nace roto por las tensiones entre los jugadores catalanes, la base original, y los madrileños, incorporados después. Un choque acentuado por el contraste de perfiles entre el capitán Manel Estiarte, reservado y sumido en el dolor y la culpa, y Pedro García Aguado, engreído y en la deriva de la fiesta y las drogas para ahuyentar sus problemas; dos rostros de conocida trayectoria posterior. 

Àlex Murrull y el hiperactivo Dani de la Orden (también en cartelera con ‘El test’) firman una obra atractiva en el aspecto formal por su cuidada recreación y por los gustos comerciales que aplica e interesante por lo que describe y rememora dentro de los peros que se instalan por un tratamiento y una estructura convencionales.

Se apoya en exceso en los comentarios de los periodistas que locutan, recurso que aunque correcto presenta elementos postizos y burdos. La emoción de la final enmienda en parte la dinámica
'42 SEGUNDOS' ***
Dirección:Dani de la Orden y Álex Murull.
GuiónCarlos Franco.
fotografíaPau Castejón.

La narración no se sale del molde del proceso del equipo sin opciones convertido en uno ganador, recorrido ceñido al esfuerzo, la superación, la exigente preparación (definida por los métodos extremos del entrenador croata) y a la unión conforme se encadenan victorias. La música, repetitiva al señalar la épica casi de modo constante, remite asimismo a lo formulario de una exposición que no saca todo el provecho cinematográfico de los partidos. Se apoya en exceso en los comentarios de los periodistas que locutan, recurso que aunque correcto presenta elementos postizos y burdos. La emoción de la final enmienda en parte la dinámica.

Los alicientes se hallan en especial en el destacado trabajo de Álvaro Cervantes (Estiarte), en el retrato del duro Dragan Matutinovic y de su gestión del vestuario y en el vínculo que surge entre los protagonistas, dos líderes opuestos que luego se comprenden y ayudan.

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