Por
  • Javier López Clemente

Bamboleo espacio-temporal

Un momento de la representación de la obra 'El tiempo de un café'.
Un momento de la representación de la obra 'El tiempo de un café'.
HA

‘El tiempo de un café’ es una función construida desde dos postulados: el texto teatral siempre está inacabado hasta que se encarna una y otra vez sobre el escenario, la relatividad especial de Einstein constata que las mediciones de tiempo y espacio dependen de la percepción relativa del observador.

Estas premisas generan un marco de representación donde los personajes dialogan y reflexionan sobre la arquitectura de la ficción, se añaden acciones y palabras nuevas a las que están previamente escritas, y se interpela al púbico para que abandone su habitual papel de receptor y forme parte activa de la creación.

Los espectadores aceptamos con gusto la experiencia de modificar el emplazamiento de nuestro punto de vista para que el espacio teatral, normalmente constituido por la pasividad del púbico y la acción de los actores, se transforme en un espacio dramático que deja de ser un envoltorio, para convertirse en una ósmosis donde la ficción desafía la frontera entre la magia del escenario y la realidad del patio de butacas. 

El otro protagonista de la función es la doble naturaleza del tiempo teatral: esos quince minutos en los que hay que elegir si los personajes permanecen anclados a las agujas del reloj mientras toman un café, o se le da vidilla a la velocidad del tiempo para recorrer en un par de réplicas la distancia entre los gruñidos de los primeros homínidos y la cadencia en el fraseo de Shakespeare.

'el tiempo de un café' ***
Producción:Gato Negro Teatro y Producciones Mamúa.
Dirección y adaptación del texto:Alberto Castrillo-Ferrer.
Intérpretes:Lucas Casanova, Claudia Taboada y Angelo Crotti.

El principal reto de la obra reside en su mayor virtud: la deliciosa necesidad de adaptarse al espacio físico donde se realiza la representación para incorporar nuevos elementos que aumenten la musculatura dramática de un viaje pilotado por Castrillo-Ferrer, la frescura en la interpretación de Lucas Casanova y Claudia Taboada, y la presencia disruptiva de Angelo Crotti.

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