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Pancho Varona: "La primera vez que experimenté la sensación de estar de gira fue en Zaragoza"

El madrileño, pareja compositiva y musical de Joaquín Sabina, hará este viernes un repaso al repertorio del ubetense en la Casa del Loco (21.30). 

Pancho Varona, este jueves en su domicilio madrileño.
Pancho Varona, este jueves en su domicilio madrileño.
Enrique Cidoncha

¿Qué emociones le despierta regresar a Zaragoza?

Muchos y muy bonitos. En Zaragoza hice el tercer concierto de mi carrera, pero fue mi primer viaje ya que los dos anteriores fueron en Alcalá de Henares y en Madrid. La primera vez que experimenté la sensación de estar de gira fue en Zaragoza. Tengo recuerdos maravillosos de la ciudad y de Aragón, del Teatro Principal, de Labordeta y de Joaquín Carbonell.

Aquellos Madrid-Zaragoza de los 80 eran realmente 'viajes'.

Aquellas eran carreteras, coches y situaciones muy diferentes. Era todo mucho más improvisado, ahora se mide todo mucho más, por suerte. Pero aquello tenía el encanto de la improvisación. No había autovías, no existía el sida, no se practicaban controles de alcoholemia… era una España del jurásico, aunque muy divertida.

En sus cuatro décadas en los escenarios ha combinado el público masivo de los estadios con la intimidad de las salas. ¿Cómo gestiona esa ambivalencia?

A la hora de comunicar, una sala es más cercana que un estadio, donde te come la masa. Es difícil cantar bajito ante una multitud. Una sala te permite bromear, hablar con la gente, escucharles toser y respirar. Me gusta mucho la distancia corta, aunque el encanto del estadio también es abrumador. Lo he vivido en mis giras con Joaquín Sabina y con Joan Manuel Serrat. Es una experiencia única. Hemos viajado tanto por Latino América, con públicos tan apasionados y enloquecidos. Soy un privilegiado.

¿De niño o adolescente llegó a soñar con ser artista?

¡Qué va! Yo aspiraba a ser funcionario en un ministerio. Recuerdo que en aquella época escuchaba a Cream y veía a Eric Clapton como algo inalcanzable. Escuchaba a Lou Reed y pensaba que eso era un artista de verdad, que yo nunca podría ni acercarme. Atisbaba la música como una profesión irrealizable. Pero, de repente, llegué de rebote y encontré mi sitio en el mundo. Es curioso porque yo no tenía ni la más mínima vocación. Me conformaba con tocar la guitarra con mis amigos en el parque de mi barrio. Eso es todo lo músico que yo fui. Pasé de eso a tocar ante 1.000 personas en Alcalá de Henares junto a Joaquín Sabina y Javier Krahe. El cambio fue brutal e inesperado.

¿Recuerda cómo y dónde conoció a Joaquín Sabina?

Mi hermana Gloria, que tiene tres años más que yo, llegó a casa con el disco del directo de la Mandrágora con Joaquín Sabina, Javier Krahe y Alberto Pérez. Nos enamoramos de ese disco en casa. Un día decidí salir a buscar por Madrid a esos Sabina y Krahe, a ver si tocaban en algún sitio. Fue en la Mandrágora y cuando vi lo que hacían, me enamoré de ellos. Recuerdo que me deslumbró la capacidad que tenían para contar cosas y para disfrutar en el escenario. Y, por supuesto, sus hermosas canciones. Hice amistad con ellos y el resto es historia.

Sabina y usted han conformado uno de los binomios musicales más exitosos del pop-rock español.

Joaquín y yo nos unimos definitivamente cuando comenzamos a hacer canciones juntos en 1983. Se estrechó nuestra relación. Él hacía las letras y yo la música. Hemos hecho más de 100 canciones juntos. Componer a cuatro manos une mucho. Salíamos por la noche juntos, desayunábamos y comíamos juntos, escribíamos y cantábamos por la tarde, grabamos discos, salimos de gira… Era una relación de hermanos muy bien avenidos. Era muy bonito lo que nos pasó.

¿Qué siente cuando reinterpreta las canciones sabineras, como hará este viernes en Zaragoza?

Es como jugar en casa. Es un repertorio que mimo y cuido. Estos días estoy tocando en casa una canción que nunca he cantado en directo, ‘Tan joven y tan viejo’. He decidido empezar a hacerla cambiándole el ritmo. Estoy muy emocionado reinterpretando un tema de 1995. Estoy con la ilusión del primer día arreglándola. Yo quiero y amo esas canciones.

Cumple 65 años en julio. ¿Figura la palabra jubilación en su diccionario?

Ni me lo planteo. Yo voy de viaje todos los días con la música. La experiencia de este viernes de coger el coche e ir a Zaragoza y reencontrarme con el público es una bendición. ¡Cómo voy a retirarme de esto! Mientras tenga fuerzas, ni se me ocurre dejarlo. Joaquín siempre dice que cuando subes al escenario se te quita cualquier dolor. Todos los días me levanto dándole las gracias a algo o a alguien por la vida que he llevado.

Joaquín Sabina ha declarado que está grabando un nuevo disco y que espera salir de gira por Latino América en 2023. ¿Hay alguna novedad más?

Sé lo que escuché en televisión, que Joaquín está muy animado y con ganas de salir de gira el año que viene. Esa es la mejor noticia que podíamos tener. Espero que esté escribiendo mucho en su casa y que esté planeando viajes. Ojalá que me incluya en esos planes.

En 1998 produjo el disco homónimo del grupo zaragozano Amaral. ¿Qué sensaciones le transmitieron aquellos inexpertos y jóvenes Eva y Juan Aguirre?

Soy un enamorado de las canciones. En seguida me di cuenta de que Eva y Juan componían muy bien y que se compenetraban. En algunos momentos me recordaban a Joaquín y yo. El disco que hice con ellos me encanta. La lástima es que se hicieron conocidos con el segundo y el tercero. Pero le tengo mucho cariño a ese álbum, tiene canciones preciosas. Lo vuelvo a escuchar de vez en cuando y me sigue enamorando. 

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