TOROS | SAN ISIDRO

El mexicano Arturo Gilio, corneado en San Isidro por un toro de Los Maños

El novillero americano había demostrado hasta entonces un buen asimilado oficio ante dos de los novillos de un encierro de Los Maños.

Primera novillada de la Feria de San Isidro 2022, con Carlos Domínguez, Arturo Gilio, y García Pulido
Primera novillada de la Feria de San Isidro 2022, con Carlos Domínguez, Arturo Gilio, y García Pulido
Miguel Oses

La grave cornada sufrida hoy por el novillero mexicano Arturo Gilio, al que el quinto de la tarde atravesó la pantorrilla izquierda, obligó a abrir la enfermería de Las Ventas por segunda tarde consecutiva en el inicio de la feria de San Isidro, tras el percance de Álvaro Lorenzo el domingo.

El novillero americano había demostrado hasta entonces un buen asimilado oficio ante dos de los novillos de un encierro de Los Maños que como máxima virtud reseñable tuvo la de su noble movilidad, solo que sin emplearse con verdadero celo tras las telas.

En concreto, el segundo, al que Gilio recibió ya con el capote a la espalda, no dejó de repetir unas embestidas desclasadas que el mexicano supo administrar con acierto técnico pero también con escaso eco en unos tendidos que, como es costumbre en todos los días de primeros de semana de San Isidro, se muestran siempre fríos y distantes con lo que pasa sobre la arena.

Estuvo también largo rato el de México en la cara del quinto, que fue noblote pero al que faltó empuje y al que sacó con pulso buenos muletazos aislados hasta que, ya adornándose, y en un descuido, el de Los Maños le prendió por la pantorilla y le hizo girar todo el cuerpo sobre su corto pero certero pitón.

Sin resultados sonoros ni contables, también dejó una muy buena impresión Guillermo García Pulido, que instrumentó varios de los mejores pasajes de la tarde, tanto a la verónica como en los muletazos con ambas manos, además de moverse por el ruedo con aire y sabor de torero de la vieja escuela madrileña.

El novillero de la Escuela Yiyo se mostró muy por encima de las condiciones del tercero, un utrero simplón y a menos, entre el silencio de un público que ni siquiera le ovacionó al rematar su labor, una vez que no acertó a matarlo por arriba.

Ya con el último de la suelta, de más cuajo y más reservón, García Pulido le puso también pulso a sus muletazos aunque tardó algo más en ajustarse a lo poco que ofrecía el animal.

Al extremeño Carlos Domínguez le cupo en suerte el único de los seis "santacolomas" aragoneses que humilló y se empleó con auténtica bravura, concretamente el que abrió plaza. Y el de Badajoz le ligó de inicio una soberbia serie de pases con la mano derecha, a partir de la cual dejó de aplicar el mismo mando.

De tal forma, a la vez que el utrero se venía arriba, decayó el acople y el brillo, al igual que le pasó ante el cuarto, que tampoco remataba sus embestidas y con el que se extendió más de la cuenta en busca de un lucimiento que no acabó de encontrar.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis novillos de Los Maños, de escasa presencia por terciados y cornicortos, salvo quinto y sexto, con más cuajo, y de juego engañoso por su noble movilidad pero con escaso celo y raza, salvo el primero, que se empleó con clase y profundidad.

Carlos Domínguez, de negro y oro: media estocada caída perpendicular y estocada trasera despredida (silencio tras aviso); estocada atravesada y nueve descabellos (silencio tras aviso).

Arturo Gilio, de turquesa y oro: estocada caída (silencio); herido por el quinto, entró a matar Domínguez de estocada caída (ovación).

Guillermo García Pulido, de blanco y plata: estocada caída (silencio); pinchazo y estocada desprendida (silencio tras aviso).

Según el parte médico, Gilio fue intervenido de una cornada "con orificio de entrada en cara posterio interna del tercio inferior de la pierna izquierda, con una trayectoria de 25 cms. que produce destrozos en tejido celular subcutáneo y presenta orificio de salida en la cara posterior, de pronóstico grave".

Entre las cuadrillas, destacó en la brega Agustín Serrano.

Segundo festejo de abono de la feria de San Isidro, con algo menos de la mitad del aforo cubierto (unas 9.000 personas), en tarde calurosa.

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