Existe el arte de salón, premeditadamente neutral y ceñido a la forma, y el arte comprometido y punzante, igualmente bello pero con una voluntad inspiradora y transformadora. Ricardo Calero, andaluz de nacimiento y aragonés de corazón, se alista sin ambages al segundo posicionamiento. Las migraciones, la violencia, la marginación de la cultura o la falta de diálogo anidan en muchas de sus creaciones. Una carrera de fondo que hasta el próximo 4 de julio expone una selección de sus capítulos más soleados en la Lonja de Zaragoza bajo el título ‘Espacios del sentir’. En concreto, 123 obras que han sido seleccionadas por las comisarias Rosina Gómez-Baeza y Lucía Ybarra.

A sus 66 años, Calero no precisa transitar por los trillados caminos de la convención y la corrección. Su forma de entender la vida y el arte es trepidante y combativa partiendo de la reflexión. Una actitud que extraña en el mundo artístico actual. "Falta rasmia en el arte contemporáneo. Por supuesto que hay algunos artistas que están trabajando en una línea comprometida. Pero en unos momentos como los que hemos estado atravesando, con una serie de crisis y con problemas sociales... Respeto a todo acto creativo. La estética está muy bien, pero hay que ir más allá. La estética por la estética no basta. Estamos en el siglo XXI y es necesaria más rasmia", proclamó en la presentación celebrada este viernes, en la que estuvo acompañado por la vicealcaldesa Sara Fernández.

Exposición de Ricardo Calero en La Lonja

Calero predica con el ejemplo, como se puede comprobar en esta muestra dividida en siete estancias que incluyen esculturas, dibujos, collages, fotografías, obras gráficas y vídeo-instalaciones. Ya en la propia entrada, ha roto el panel anunciador para rescatar una columna con 470 años de existencia.

Escultor de formación –"nací escultor por herencia familiar e hice vírgenes del Pilar para ganarme las judías"–, se niega a limitarse a un formato o técnica. "Trabajo con ideas y en función de cada una de ellas, busco la técnica y los materiales para presentarla", confesó.

El recorrido expositivo arranca en 1984, cuando decidió entregarse plenamente a la creación. Años iniciáticos e intrépidos con acciones como ‘Cenizas para la cultura’, en la que quemó sus obras para entregar las cenizas a los responsables políticos de la Cultura en Aragón para protestar por su dejadez. Un pulso contestatario que ha mantenido en estas casi cuatro décadas. Como en ‘¿Qué más me puedes dar?’, de la serie ‘Disparate interior de Fuendetodos’, una composición de 23 piezas grabadas mediante los impactos de balas de 9 milímetros disparadas a quemarropa con una pistola Parabellum.

"A veces, en el arte volamos con la imaginación, pero debemos saber que el vuelo arrancó desde aquí, tenemos que pisar tierra, ser conocedores de la realidad social y cultural que nos rodea para afrontar nuestro camino", recalcó.

Este compromiso lo plasma con especial intensidad en el espacio ‘Sueños en el mar’, un grito contra el drama de la emigración. "La idea surgió en un aeropuerto, en el que vi de primera mano que las personas sufrimos tratos muy distintos, con humillaciones. Aquella experiencia fue la puntilla para denunciar y exponer la problemática", rememoró. Tal fue su implicación, que durante diez años hizo centenares de copias de su pasaporte y las lanzaba al mar bravo, siguiendo su recorrido con una barca o una zodiac. "Cuando llegas a una milla y media de la costa, con el mar picado, compruebas que no eras consciente de la realidad, de lo dramática que es una travesía, de lo fácil que es morir", expuso.

Maletas con versos, embarcaciones varadas, pasaportes destripados... en definitiva, los restos del naufragio individual y colectivo que el artista refleja. "La realidad no es sólo lo que se ve", concluyó Calero.