NARRATIVA ARAGONESA. ARTES & LETRAS

Una lectura de la novela de Pedro Bosqued: palabra escrita con tinta y ceniza

Tras 'Pieles de Italia', el escritor, farmacéutico y crítico literario publica su primera novela: 'Para cenar, aire'

PEDRO BOSQUED ( FARMACEUTICO Y ESCCRITOR ) / 28/09/2015 / FOTO : OLIVER DUCH[[[HA ARCHIVO]]]
Pedro Bosqued debuta en la ficción con un libro muy original.
Oliver Duch.

Pedro Bosqued ha escrito una de esas novelas bellas y temibles que, lejos de acabar con el final, se acuestan contigo y te envuelven en una extraña idea: somos palabra escrita con tinta o ceniza.

Somos escritura en ciernes, que a veces encuentra letra y otras, silencio. De eso trata la espléndida novela que nos regala Pedro Bosqued: de la gente que guarda papel y lápiz en algún rincón de su hogar, de la gente que sabe que la vida es una traducción en crudo de la memoria que nos atraviesa, de la gente que guarda objetos en los que reconocer lo vivido. A esa gente le pone palabra Pedro Bosqued con la magia del director de orquesta que silencia, sopesa y calma los sonidos de la cuerda o el viento. Esa gente es como Fabien, un anciano solitario que vive en una cabaña aislada en la muga del Pirineo vasco.

El lector asiste a la fermentación de un relato que Fabien posterga, porque el momento de acariciar el papel con la punta del lápiz debe llegar como el cigarro se convierte en ceniza: cuando el aire se lleve el humo.

A Fabien se le murió Lucrecia, hija de la guerra. Fabien ha vivido dos. Fabien sabe del alma de las personas y de las cosas. Sabe que somos el lenguaje con el que almacenamos y contamos la vida, el color de los objetos que nos explican, el blanco de una bicicleta, el amarillo de una tortilla, el negro de una puerta, un coche, un viejo cartel. Sabe que tres portazos de su hija Mathilde en realidad son tres puntos suspensivos que ocultan lo que se iba a enumerar después o sostienen la tensión de la vida que sigue. Sabe que la vida es la traducción del tiempo que cruje.

Sabe que hay que cerrar los ojos para ver mejor, para oír lo que no se deja ver. Sabe que hay que demorar la escritura porque cuando uno escoge la palabra exacta, descarta todas las demás, elige una definición del diccionario y arroja al pozo de la incertidumbre las que no escogió. Por eso, Fabien es consciente de que cuando definió a Lucrecia con palabras que están en el diccionario, cuando la convirtió en una palabra más, la perdió para siempre. Cenar es cerrar la vida y el texto. A veces con aire.

Por la cabaña de Fabien aparece gente que guarda secretos: el niño Jon, que atesora un grueso cuaderno donde apunta todas las preguntas que su padre nunca responde; Gabriel, director de equipo ciclista, que registra en una gruesa grabadora todos los secretos de la ruta de cada etapa; Mathilde, hija de Fabien, heredera de sus cenizas, pero no de sus ceniceros, sus papeles, esa bicicleta blanca que guarda con celo infantil tras una gruesa puerta. Fabien valora a las personas que son conscientes de sus palabras, que no agitan signos de puntuación o blanden exclamaciones.

Por eso ama a Jon, el niño que guarda lo que no sabe, contrapunto de su hija Mathilde y sus portazos, o de ese Gabriel que solo busca información en las palabras.

Somos escritura que huyó de un grueso diccionario. Somos los objetos que nos explican cuando no sabemos hacerlo. Fabien guarda ceniceros que ya no usa, taburetes hechos a mano, un encendedor que le descubre que es él, pero también uno más de los que tendrán en ese mismo instante otro igual entre las manos, y al mismo tiempo, uno de los que no lo tendrá porque ha dejado de fumar. Cada parte del libro acaba con ese encendedor. Entonces Fabien se rompe en un aria que pide respuestas: «El día que conoció a Lucrecia…», «El día que arrancó a llorar por Lucrecia…», «El día que definió a Lucrecia…». Y entonces rompe a escribir.

FICHA

'Para cenar, aire'. Pedro Bosqued. Pregunta. Zaragoza, 2020. 156 páginas. [La novela se presentará en Cálamo el próximo día 26, por Facebook like, a las 19.00, en diálogo telemático entre el autor Pedro Bosqued y el escritor y crítico literario Eloy Tizón.]

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