Madrid redescubre 'Las ruinas de Zaragoza' que dejaron las tropas napoleónicas

El Museo Lázaro Galdiano ofrece al público una exposición con grabados y dibujos originales de Gálvez y Brambila

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El comisario de la exposición, Carlos Sánchez, junto a algunas obras que se muestran al público
Enrique Cidoncha

El Museo Lázaro Galdiano de Madrid ha inaugurado una exposición muy relacionada con Zaragoza y su historia. Una muestra centrada en ‘Las ruinas de Zaragoza’, uno de los conjuntos de grabados más importantes y populares del siglo XIX español. La serie, que es conocida en Aragón, se realizó por iniciativa de sus autores, Juan Gálvez (1774-1846) y Fernando Brambila (1763-1834), para difundir a través de 36 estampas al aguafuerte y aguatinta la resistencia popular y los destrozos producidos en la capital aragonesa por el ejército napoleónico durante la guerra de la Independencia. Y más concretamente, durante el primer sitio, que tuvo lugar entre los meses de junio y agosto de 1808.

La serie es bien conocida, pero ahora el Museo Lázaro Galdiano, aprovechando que tiene la que quizá sea la mejor colección de dibujos preparatorios para la misma, la presenta al público de la capital de España acompañando las estampas de sus correspondientes dibujos.

«Es una exposición que en realidad estaba pensada para el año pasado pero que, por diversas circunstancias, entre ellas la pandemia, hemos retrasado hasta ahora –señala Carlos Sánchez Díez, comisario de la muestra–. La idea surgió del propio cuerpo de conservadores del museo, al investigar nuestros fondos de dibujo, que son muy ricos».

Gálvez y Brambila permanecieron en la ciudad desde la retirada de los franceses hasta finales de noviembre de 1808, cuando comenzó el segundo sitio. En esos meses se documentaron sobre los sucesos, visitaron los edificios dañados, conversaron con los personajes más relevantes de este primer asedio, y elaboraron un conjunto de apuntes, bocetos y dibujos definitivos que, tras una selección, fueron llevados a las láminas de cobre.

Gálvez se ocupaba de las figuras y los retratos, y Brambila de la arquitectura. Las 36 estampas resultantes se publicaron en Cádiz entre 1812 y 1813, distribuidas en doce entregas, y la buena acogida por parte del público favoreció su rápida difusión.

«Gálvez y Brambila tomaron muchos apuntes, y no todos sus dibujos se llevaron al grabado, ni mucho menos –subraya Carlos Sánchez–. Una de las piezas que se muestran al público en la exposición es importante en este sentido, porque es la prueba de estado de un grabado que al final no llegó a estamparse. Parece que los artistas, al final, se decidieron por otra obra. Podríamos pensar que se trata de una obra única, aunque eso no puede asegurarse categóricamente, ya que a lo mejor algún coleccionista privado tiene otra prueba en sus fondos. Para esta vista de Zaragoza tenemos dos dibujos y una prueba de estado. Se trata de una representación que los artistas desecharon por las razones que fueran».

Según el Lázaro Galdiano, «desde el punto de vista histórico y social, esta serie de estampas es un buen ejemplo del arte al servicio del Estado, pues se utilizó con éxito para fortalecer la identidad nacional frente al invasor francés. Desde el punto de vista artístico, destaca por introducir en el arte español una nueva forma de presentar la ruina arquitectónica, con una temprana sensibilidad romántica. También es reseñable por el hecho de incluir los retratos de algunos de los héroes más destacados del conflicto».

En el museo, uno de los más importantes de la capital de España no se conservan todas las estampas de las ‘Ruinas de Zaragoza’. Hay, en total, 83 grabados, pero muchos de ellos repetidos. Se conservan además nueve dibujos preparatorios a lápiz y tinta, entre ellos cuatro que no fueron estampados.

Algunos de los grabados de la colección son pruebas de estado, antes de incorporar títulos y firmas. Entre ellas está la ‘Vista de Zaragoza’ que no se incluyó en la serie y se considera ejemplar único.

Al exponer los dibujos junto a los grabados, el visitante de la muestra puede apreciar los cambios entre una y otra fase del trabajo.  

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