literatura. cuentos contra el virus

'Cita a ciegas', un relato de amor y espera de José Ignacio del Diego

De cómo los amores virtuales están llenos de sorpresas, a veces nada fáciles de asumir

José Ignacio del Diego Lajusticia. Cuentos contra el virus.
José Ignacio del Diego, en medio de una relación rota, explora los amores virtuales.
Víctor Meneses.

Quedaba una silla vacía adosada a la mesa de enfrente de la puerta. Me acomodé allí y esperé hasta que me atendió la camarera. Era una cafetería en una ubicación discreta, cerca de la glorieta. Yo vestía la cazadora roja que le había anunciado en mi último correo; ella llevaría un suéter negro y un pantalón gris con rayas marrones.

Mientras la esperaba rememoré mi reciente y desdichado pasado amoroso. Hacía ya casi seis meses que Lucía me había dejado. Tenía una nueva relación con alguien que había conocido a través de Internet. Me dijo que era un hombre bastante mayor que yo; estaba divorciado y sus primeros e inocentes devaneos habían devenido en amor. El había viajado para conocerla y a partir de ahí la relación se consolidó. Cuando ella lo tuvo claro, me lo dijo, me pidió mi perdón y que lo sentía mucho. Me sumergí en una profunda tristeza, quizá una depresión, aunque no me consideraba capaz de analizar si era algo así. Mi amigo Pedro es psicólogo, somos amigos desde la infancia y siempre había sido el receptor de mis confidencias. Quedamos en su casa y le conté mis cuitas con Lucía. Me dijo que era casi normal, los desengaños amorosos son frecuentes, los sufría mucha gente. Yo le transmití mis temores de no poder superar aquel trauma. Me tranquilizó y me aconsejó que, sin prisa pero sin pausa, intentara rehacer mi vida amorosa, que conociera a otras chicas, quizá alguna de la pandilla que habíamos formado en nuestra primera juventud, aunque la mayoría ya tendrían sus parejas, supuso. Le hablé de las relaciones a través de internet. Pedro no era muy partidario.

Hay casos en que acaban bien pero la propia naturaleza de ese conocimiento virtual es propicia para favorecer inestabilidades y rupturas, aseveró. Me puso el ejemplo de sus padres. Tú los conoces bien, me dijo. Se conocieron personalmente, se enamoraron, se hicieron novios y se casaron. Eran otros tiempos, claro, pero la relación era más directa, más auténtica, más vital, cada día juntos y mirándose a los ojos. Ya han celebrado sus bodas de plata y yo los veo enamorados y felices, casi como si aún estuvieran en su luna de miel. Le dije a Pedro que intentaría conseguir una nueva relación sin especificar cómo ni cuándo; quizá el tiempo me aportaría la serenidad necesaria para obtener lo que deseaba.

Ahora estaba allí, en aquella cafetería, esperando a ‘flordeloto58’, el ‘nick’ con el que acogía su perfil. Nos habíamos conocido en una de esas páginas web de búsqueda de parejas. Por medio del chat hablábamos casi todos los días. Ella estaba casada y no quería difundir sus fotos. Tan solo se identificaba con su ‘nick’. Su matrimonio naufragaba en el mar de la indiferencia, el amor hibernaba perezoso, había caducado hacía años. Necesitaba un salvavidas, un nuevo y joven amor, me había confesado.

Yo me había inscrito con un perfil que me pareció atractivo, exagerando algunas de mis virtudes y añadiendo algún defectillo menor para aportar credibilidad; «nadie es perfecto», la frase final de la película ‘Con faldas y a lo loco’, siempre me había parecido una obviedad muy aprovechable. No aporté mis fotos; no me hubiera agradado que Lucía se percatara de mis maniobras en el variopinto universo de los amores virtuales.

Pasaban doce minutos de la hora concertada. Presentí que ‘flordeloto58’ no iba a venir, que quizá había jugado conmigo. Me disponía a pagar la bebida y salir de la cafetería, cuando apareció en la puerta, deslumbrante, con su suéter negro, ceñido y realzando sus encantos, intentado localizar mi cazadora roja. Me la quité rápidamente y me zambullí como pude entre los clientes de la barra buscando una cauta escapatoria mientras los ojos verdes de la madre de Pedro, mi psicólogo y mi mejor amigo, seguían escudriñando el lugar. #cuentoscontraelvirus

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