El piano sin teclas

Había una vez un piano sin teclas, cuyas canciones cautivaban a las mujeres, impresionaban a los hombres y divertían a los niños.

Lo más probable es que te estés preguntado en cómo podía hacer música si no tenía lo que todos los pianos tienen.

Déjame decirte que reaccioné igual que tú, pues no daba crédito a lo que oía y estuve a punto de tachar a mi gente de locos.

Hasta que lo escuché, al igual que mi amigo Carlos. Todo a mi alrededor desapareció y me dejé llevar por la melodía, pero mi compañero no lo consiguió y se rindió.

Aunque Carlos y yo fuésemos parecidos había una diferencia entre él y yo. Carlos estaba enfermo y se obsesionó con la idea de que nadie podía ayudarle, y yo cuando estuve enfermo me dejé ayudar.

Y hoy, querido lector, te digo a ti que el piano sin teclas te envolverá en su música si dejas que lo haga. Porque tu eres tu propio piano sin teclas y si estás mal, siempre va a haber otro piano dispuesto a tocar por ti.

- Lea todos los relatos que participan en el XIII Concurso de relato breve de Heraldo