El viento que no cesa

La noticia le llegó como una bofetada de cierzo, impetuosa e inesperada. Salió de la habitación cerrando la puerta a sus espaldas y encaminó sus titubeantes pasos a lo largo del pasillo siempre bullicioso a primera hora de la mañana. En su mano derecha un sobre, aparentemente ligero, aunque con una pesada losa en su interior. Se detuvo a pocos metros de la puerta de salida, levantó lentamente la cabeza y vislumbrando la claridad del soleado, pero gélido día de enero, sintió la esperanza y la fortaleza que, sin duda, el futuro le iba a deparar. Se apartó a un lado para dejar pasar a una parturienta con el rostro desencajado como consecuencia de sus últimas contracciones; continuó andando esta vez con paso firme y salió al exterior. El viento seguía azotando sin descanso y dos nuevas vidas comenzaban a ver la luz.

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