Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

Feria del libro

"Los amigos son fundamentales para superar la agorafobia"

Ignacio Ochoa, dibujante zaragozano de la serie ?Gigantes y cabezudos? con Míchel Suñén, publica ?El Batiscafo? (Proteus), un cuento sobre la agorafobia, con textos e ilustraciones suyos, que ya había publicado en francés.

Ilustración de 'El batiscafo'
"Los amigos son fundamentales para superar la agorafobia"

-¿Cuál es su relación con Julio Verne y con ‘20.000 leguas de viaje submarino’?

-Me gusta Julio Verne y sobretodo su carácter innovador y de adelantado a su época. ‘20.000 Leguas de viaje submarino’ me gustó, aunque no me marcó demasiado. La relación entre esta novela y ‘El Batiscafo’ es algo superflua, simplemente había ciertos paralelismos que quise aprovechar.


-¿Significó algo especial para usted el capitán Nemo?

-Curiosamente y de forma personal, tengo bastantes puntos en común con el personaje de Verne. Sin embargo, los puntos en común entre el Nemo de Verne y el Nemo de mi cuento se reducen a que ambos viven en su mundo donde se sienten cómodos. Ambos mundos son submarinos. Sin embargo, el Nemo de Ochoa (si se me permite la expresión), no viaja, solo explora el mundo submarino de su alrededor y colecciona chatarra de un mundo exterior que le fascina y al mismo tiempo le asusta.


-¿Cómo nació este cuento?

-Nació con una imagen que tenía en la cabeza; la de un niño con escafandra caminando por el fondo del mar. Preguntándome sobre “qué hace un niño con escafandra en el fondo del mar” empecé a desarrollar respuestas y llegué al tema de la agorafobia (el cual conozco bastante bien). A partir de ahí desarrollé la historia, pero siempre en positivo.


-Dice al final que está dedicado a Carmen, su mujer, y que es un cuento sobre la agorafobia...

-La agorafobia es una enfermedad muy desconocida entre la gente. Incluso su propia definición -“Miedo a los espacios abiertos”-, lleva a la confusión. Gracias a Carmen (la mujer a la que tanto quiero y que lucha día a día por superarla) no solo he aprendido sobre esta enfermedad, sino a vivir con ella y a superarla. Al menos como acompañante. Cuando empecé a desarrollar el cuento, quise centrarme en el aspecto más desconocido de la agorafobia, el redescubrimiento del mundo durante la superación. Obviamente el cuento es una exageración, los agorafóbicos ya saben lo que es un colegio, una tienda o un perro, pero salir al mundo cada día supone, para ellos, un impacto similar.


-¿Entonces, qué buscaba?

-Lo que quería era reflejar, de un modo muy sutil y que la gente se diese cuenta, lo duro que puede llegar a ser salir a un mundo que puede parecer nuevo y hostil y que los demás vemos como normal. De todos modos, el tema de la agorafobia, en este libro, está oculto entre líneas para quién lo quiera ver. Lo primero era crear un cuento entretenido, bonito y que el mensaje fuese algo muy solapado. No trataba de dar lecciones ni hacer ecos.


-¿Quién es y qué le pasa al joven Nemo?

-Nemo es un niño que vive solo en su batiscafo en el fondo del mar. El mundo exterior le da mucho miedo y solo lo conoce a través de la chatarra que recoge del fondo del mar y de lo que ve a través de su periscopio. Un día ve a una niña que le intriga y en cierta medida se enamora de ella. Y es esta niña la que da un giro a su vida y le da el impulso de salir de su batiscafo.


-¿Qué significa Marina y esa caja de música?

-Marina es la chispa de todo, la que pone en movimiento la historia. Sin ella no habría cuento porque Nemo no hubiese salido de su batiscafo ni hubiese hecho nunca nada. La caja de música, en sí, no es importante, podría haber sido cualquier otro objeto por el que merezca la pena llorar, pero es la excusa para que Marina entre en el mundo de Nemo. Sobretodo quería reflejar la suma importancia de la amistad. Los amigos son fundamentales para la superación de la agorafobia. Un agorafóbico suele perder a la mayoría de sus amigos a causa de su encierro. Afortunadamente los que le quedan son los que más ayudan a salir del mismo.


-¿Cómo ha sido la experiencia de escribir usted el texto?

-Difícil, muy difícil. Con lo que he leído, parece mentira lo poco que he llegado a aprender sobre escritura. Tuve que escribir y reescribir el cuento muchas veces. Leer, releer y hacer leer el cuento a los demás otras tantas. Pero al final, creo que he conseguido un buen resultado, ¿no?


-Se sigue muy bien. Hablemos de los dibujos, ¿qué es para Ignacio Ochoa lo fundamental?

-Que la ilustración cause cierto impacto y que después el lector o espectador se quede un rato mirando sus detalles. Quiero que las disfruten tanto niños como adultos y que los libros perduren en la estantería de la familia del mismo modo que yo conservo algunos cuentos de mi infancia. Después viene lo de crear escenarios donde pueda entrar el lector, crear texturas, expresiones, equilibrio...


-¿Cómo ve sus dibujos? ¿Cuál sería su estilo?

-Intento que mis dibujos tengan más expresión y sentimiento que ejecución y cálculo. Me da igual que mis personajes sean cabezones, que mis escenarios estén descuidados o que la perspectiva sea absurda, yo lo que quiero es trasmitir algo. Por otro lado, no sabría definir mi estilo. Creo que me quedo a mitad de todo y no llego a ningún sitio concreto.


-¿Qué tienen para usted de especiales los álbumes?

-¿El formato en sí? Me encanta. Da caché y prestigio. Es el formato soñado por cualquier amante de la BD franco-belga, como yo. De todos modos, el formato lo eligió la editorial francesa ‘Éveil et Découvertes’, que publicó el libro por primera vez en 2011 y Proteus ha mantenido el formato para España.


-¿En qué niño o niños pensaba cuando hacía el cuento?

-El primer niño en el que pensaba era yo. Y después en niños que busquen historias especiales y que no sean simplonas.


-¿Qué técnicas suele usar?

-Casi siempre trabajo con acuarela (aunque de un modo poco ortodoxo) y me apoyo un poco en el acrílico y en el ordenador.


-¿A quién admira?

-Siempre he pensado que estaba a la zaga de los demás. Admiro mucho a ilustradores como Blanca Bk, David Guirao o Aaron Jasinski. Y aunque aprendo de todos mis colegas, los autores que más me han influido, sin duda, serían; Enki Bilal, Rébecca Dautremer y sobretodo Shaun Tan. Bueno, sin Shaun Tan ni me hubiese planteado hacer cuentos infantiles.