La memoria viva de los corrales aragoneses

Juan José Ramos y Luis Miguel Ferrer publican un bello libro sobre los cobijos artificiales de ovejas y cabras de Zaragoza, un patrimonio etnológico apenas valorado

A veces son simples cercados de piedra; en ocasiones, sencillas construcciones pero de gran calidad; y también los hay que han aprovechado abrigos naturales para, incorporándoles alguna pared exterior, convertirlos en útiles refugios para el ganado. Los corrales que antaño proliferaron en el ámbito rural, y de los que aún quedan en pie ejemplos valiosos, son una parte importante del patrimonio etnológico aragonés. Lamentablemente no todo el mundo les da la importancia que merecen y, para ponerlos en valor, Juan José Ramos y Luis Miguel Ferrer acaban de publicar un libro tan insólito como bello, ‘Viejos corrales de ovejas y cabras de la provincia de Zaragoza’ (Diputación de Zaragoza).

Los autores son veterinarios y profesores de la Universidad de Zaragoza, y poseen un archivo de miles de fotografías. En él han buceado para ilustrar el libro, del que el Rey Felipe VI recibió el primer ejemplar cuando visitó Zaragoza con motivo del 800º aniversario de la Casa de Ganaderos. "Los corrales no dejan de ser una muestra más de la cultura de un país –señala Luis Miguel Ferrer–. Nosotros empezamos a fotografiarlos de forma independiente, sin una intención clara, simplemente porque nos habían llamado la atención, hace más de treinta años.Lo hacíamos porque algunos tenían techumbres de paja, o una terminación semicircular a modo de ábside en alguno de sus lados... Con el tiempo hemos visitado cientos de viejos corrales de ovejas y cabras y tomado miles de imágenes".

Las fotografías más antiguas son de hace 30 años, y en los últimos tiempos han realizado más de 15 exposiciones fotográficas sobre el tema en Aragón y Soria. Pastores, ganaderos o veterinarios, buenos conocedores de cada terreno, han guiado sus pasos, y las anécdotas son innumerables: hasta se han quedado atascados en plena Sierra de Guara. Han sorteado ortigas y zarzas, chovas y abubillas, y siempre han puesto buena cara cuando han oído, una y otra vez, la misma frase: "¿Pero eso váis a sacar? Pero si no vale nada".

"Vale, claro que vale –subraya Juan José Ramos–. No existe un censo como tal de los corrales, aunque se ha hecho algún trabajo en ese sentido en localidades como Pancrudo, en Teruel. Podemos decir que su número ha sido muy elevado: miles de personas de generaciones pasadas intervinieron en su construcción".

Cada corral es un mundo, y se pueden establecer diferencias geográficas. Según los autores del libro, "las hay incluso dentro de la misma comarca, valle o localidad. Son construcciones muy ligadas al terreno, y por eso en ellos se ha empleado el material de la zona, lo que les da un mimetismo característico. Forman parte del paisaje. Cada zona tiene su piedra: arenisca, caliza, pedernal, toba, pizarra.... En Ávila hemos llegado a encontrar incluso de granito".

Y donde no había piedra, pues adobe o tapial. Y en cuanto a las vigas de madera, lo mismo: chopo, pino, sabina.... En lo que se coincide más es en el tejado. Lo que predomina en la provincia de Zaragoza es la teja árabe, aunque en el norte también se encuentra la losa.

Y su trabajo documental, que van a continuar, posee también otras facetas. Juan José Ramos y Luis Miguel Ferrer aprovechan cada visita a un corral para buscar grafitis e inscripciones en muros y vigas. Tienen recopilado mucho material, que servirá para futuras exposiciones y publicaciones.

En Aragón, España y buena parte de Europa, los corrales están desapareciendo con toda rapidez. De hecho, los autores del libro están seguros de que algunos de los que aparecen retratados en sus páginas ya no existen o al menos han sufrido daños.

El principal problema es, como en casi todos los edificios patrimoniales, la falta de uso. Las transformaciones que han vivido las explotaciones de ovino desde los años 60, con rebaños cada vez más grandes, que no caben en los corrales tradicionales, los han dejado en desuso. Además, tampoco reúnen las condiciones adecuadas de ventilación y facilidad de limpieza.

En los últimos tiempos un problema nuevo, de otra índole, se ha unido a las dificultades de conservación de los corrales. Bandas organizadas los expolian, a veces a plena luz del día, para llevarse las tejas y revenderlas para otras construcciones. "Una vez que se quitan las tejas, la lluvia, la nieve y las heladas aceleran enormemente la destrucción". La Guardia Civil lleva tiempo ya luchando contra estos ladrones.

Y otro problema más: la inclusión de los corrales en los catastros ha llevado a muchos dueños a derribarlos para no pagar tasas por ellos.

Aunque Juan José Ramos y Luis Miguel Ferrer coinciden en que este tipo de construcciones no tienen valor económico, subrayan que sí que "encierran dos grandes valores. Por una parte tienen un gran valor cultural, forman parte del paisaje construido y del saber hacer de nuestros pueblos. Y, por otro lado, tienen un valor ecológico, porque sirven de refugio o de lugar de anidación de innumerables especies. En este sentido, aún es más importante la desaparición de abrevaderos, aljibes o balsas".

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