Juan Moro (Madrid, 1974) vive la fotografía con auténtica pasión. Antes fue militar, pero una enfermedad le llevó a cambiar de vida. Ha trabajado de fotoperiodista para ‘La Razón’ y también ha hecho mucha fotografía deportiva, sobre todo centrada en el Real Zaragoza. Quiso aprender más y se apuntó a los cursos de Spectrum Sotos, y tuvo grandes profesores: Pedro Avellaned, Rosane Marinho, y el malogrado Mooses.

"Allí hice todos los cursos, e incluso di clases luego. Aprendí mucho. Pedro Avellaned, uno de mis dioses, es un maestro del retrato, y a mí es una disciplina que me encanta. También es clave para mí Alberto García Alix. No soy mitómano, pero de él me interesan mucho sus autorretratos. Me impactaron tanto que también he explorado ese veta. Ahora expongo en Teruel Punto Photo mi serie ‘Tormentas’. Alix hace fotos reales como la vida misma, con hondura, crudeza y sencillez".

Juan cita otros tres nombres que forman parte su olimpo: Jan Saudek, Sebastiao Salgado, "su obra es prodigiosa. Un maestro absoluto del paisaje y del reportaje", y Robert Mapplethorpe. Con este bagaje de inquietudes y de grandes profesionales en la mochila, casi por azar, se zambulló en la serie ‘Gente de mal vivir’, donde retrata a creadores culturales de Zaragoza.

"En una ocasión me llamaron de operador para el corto ‘Felicidad’ de Ferran Queralt en el que trabajaban los actores Santiago Meléndez y Pilar Molinero. En aquel momento apenas hice nada, pero luego me dije que yo quería retratar a un personaje tan intenso, especial y entrañable como Santiago. Empecé la serie".

Por distintas razones abrazó, durante unos meses, otros proyectos. Y fue, a partir de 2016 cuando creó el proyecto ‘Gente de mal vivir’. "Es un título que tiene varias lecturas. Es gente bohemia, noctámbula, soñadora, pero también es gente que acusa la crisis, que tiene dificultades para vivir de su trabajo, y pelea a diario por la dignidad", señala.

A Juan Moro le ha interesado mucha gente de todas las disciplinas: música, literatura, teatro, danza, fotografía, artes gráficas y diseño, etc. "La selección ha sido, y es, un poco improvisada. Un personaje te lleva a otros. Todos me sugieren nombres, colectivos, afinidades y así me ha ido bien. Llevo más de 200 personas".

Su método, en apariencia, es sencillo y universal. O eterno. Se cita con el artista en su pequeño estudio del casco antiguo, cerca del Centro de Historias. "Hablamos un poco, no grabo vídeo, y al cabo de un rato, cuando ya hay un clima de confianza y cariño, me pongo a trabajar, con esa oscura  tela de fondo. Hago muchas fotos, de 25 a 50, pero siempre me quedo con un par: una más convencional, clásica, si se quiere, y otra más loca. Divertida, no sé si decir más teatral. Para mí es una experiencia muy bonita. La gente te da cosas todo el tiempo. Los más difíciles, por lo regular, casi siempre, son los actores. Parece que les cuesta más despojarse y ser ellos auténticamente, sin personajes, aunque sinceramente no tengo queja de nadie. Mi objetivo es que la gente esté a gusto y se comporte de manera natural, sin darse cuenta", dice Juan Moro.

Trabaja con una Canon 5D y con una Bronica de 6 x 6. ‘Las hojas de contactos’ de su ordenador son un festín de gestos, de belleza y de sombra, de energía y de miradas. "Hay algo que impresiona mucho: la cantidad de gente interesante que hay en Zaragoza haciendo cosas de todas las edades y de estéticas y tribus muy distintas en varias disciplinas. La fotografía no es solo belleza; es también la invasión del ojo del fotógrafo y de su particular sensibilidad en la realidad".

Su sueño es doble: hacer un libro y una gran exposición de sus obras. "Zaragoza da mucho de sí en todas las direcciones", dice.