"Si hoy viéramos a Hitler con su bigote ridículo, no lo habríamos tomado en serio"

Jacinto Rey presenta 'Dile a Marie que la quiero', la historia de una niña perdida en la Segunda Guerra Mundial y una madre dispuesta a todo por encontrarla.

Jacinto Rey (Vigo, 1972) estudió Ciencias Económicas entre España e Inglaterra. Desde que comenzó en el mundo de la literatura, ha cultivado la novela histórica, el thriller y el género negro. Ahora, presenta 'Dile a Marie que la quiero' (Suma de letras, 2016), una historia ambientada en la Segunda Guerra Mundial sobre la pérdida de una hija y la lucha desesperada de su madre por encontrarla.


-'Dile a Marie que la quiero' habla del pasado, pero el tema no puede ser de mayor actualidad... Familias que huyen de la guerra para encontrar un futuro mejor para sus hijos... Refugiados...

-Desde luego, 'Dile a Marie que la quiero' es la historia de una niña judía de cinco años perseguida por la Gestapo en la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial, pero existen muchos paralelismos con el mundo presente. El fascismo y el totalitarismo nunca se repiten de una forma idéntica en la historia, hoy en día, si hubiéramos visto en un telediario a alguien como Hitler, con sus proclamas rimbombantes, su bigote ridículo, sus gestos de vodevil... obviamente, no lo habríamos tomado en serio. Pero el fascismo y el totalitarismo se repiten de formas muy diferentes, con un insulto en una parada de autobús, con un comentario inadecuado de un político demagógico y también con un muchos refugiados que tenemos a las puertas de Europa y a los que se las cerramos.


-¿Qué hacen los personajes de la novela en ese contexto?

-Son personajes anónimos que tratan durante la guerra de hacer lo que hace todo el mundo en esas situaciones... Cuando no tienes de qué alimentarte, cuando vives en un invierno centroeuropeo muy frío y no tienes con qué calentarte, cuando te pueden deportar simplemente por hacer una broma sobre el uniforme de un soldado alemán... Deciden que dentro de la desolación absoluta que supone una guerra, hay un motivo por el que vivir.


-Ahora, hay niños y niñas alejados de sus padres por la guerra, como también hubo en la Alemania nazi y como se reflejas en su obra, ¿cómo viven los personajes esa separación?

-Es absolutamente traumática. Una niña completamente indefensa a la que persiguen por ser descendiente de judíos y que puede ser enviada a un campo de concentración en Alemania... Para una madre, dejar a su hija en esa situación es lo peor que le puede ocurrir. Pero Mathilde encontrará aliados inesperados en esos personajes secundarios que no son conscientes de qué partido tomar en la guerra, pero que cuando descubren a esa niña, encuentran un motivo por el que luchar. Yo, mientras escribía la novela, me he preguntado muchas veces: “¿qué habría hecho yo si me hubiera encontrado a Marie en la estación, perdida en medio de la guerra, sabiendo que estoy en una Francia ocupada donde los alemanes me pueden deportar a un campo de concentración?”. ¿Qué habría hecho, habría ayudado a la pequeña Marie, sí o no?


-Hace poco, Unicef lanzó una campaña en la que hace reflexionar sobre algo muy parecido, sobre esa discriminación que sufre la infancia según su aspecto, su lugar de procedencia, su cultura...

-Hoy en día, estamos casi anestesiados contra el dolor ajeno. El problema que tenemos, entre comillas, es que vivimos en una sociedad democrática, con paz y estabilidad, donde damos por sentado muchas cosas. Es como al amigo al que no llamamos nunca porque realmente sabemos que contamos con su cariño y su amistad. De lo que se trata es, precisamente, de decirles a todas esas Maries que tenemos en nuestra vida que las queremos.


-¿De qué es capaz esta madre -Mathilde- para encontrar a su hija?

-Mathilde es una mujer extremadamente fuerte para su época. Desciende de una familia aristocrática, cristiana, su padre es muy influyente y adinerado. Lo tiene absolutamente todo. Está prometida con un oficial de las SS... Y su vida está planificada para lo que ella, dice, va a ser una 'jaula dorada'. Ella lo deja todo atrás por amor. Conoce un día a Erik, un actor judío, y a partir de ese momento, ya nada volverá a ser igual para ella. Mathilde, cuando se da cuenta de que la guerra está transformando Alemania, toma la decisión de huir y cuando se separa de la niña, experimenta el dolor más intenso que pueda experimentar una madre, sobre todo porque no tiene la certeza ni de que esté viva.


-En todas sus novelas tiene un gran peso la historia, ¿cómo se documenta?

-La documentación sobre la Segunda Guerra Mundial es relativamente sencilla, existen muchísimos datos. Los propios nazis eran extremadamente meticulosos en documentar detalles escabrosos. Existe mucha recreación artística: películas, novelas... He tratado de que sea una novela original, en el sentido de que es una intrahistoria de esos personajes anónimos de los que nunca se habla en las guerras. No se habla de las grandes batallas, no se describe el desembarco de Normandía, se describe a la persona que vivía a 50 kilómetros del desembarco de Normandía y cómo vivía antes, durante y después.  


-Sus últimas novelas se enmarcaban en el género negro y policíaco, aunque con esta vuelve a la novela histórica, ¿en qué género se encuentras más cómodo?

-El género no me preocupa tanto, aunque es cierto que hay claves de técnica narrativa diferentes. Con el tiempo, sí he llegado a un estilo con el que yo me siento cómodo y es el estilo de las novelas que a mí me gusta leer, novelas en las que intento que no sobre una palabra. Esta es una novela descarnada, tanto por la temática como por la forma de escribir, con mucha economía de medios. Leonardo da Vinci decía que la simplicidad es la sofisticación suprema, y yo he intentado que la novela se reduzca a lo esencial.


-'El hombre de El Cairo' (2011), su tercera novela, habla del tráfico ilegal de armas y de la amenaza del radicalismo islámico. Temas también muy actuales. ¿Qué papel tiene la actualidad en su escritura?

-Mucha. Yo creo que todos los que escribimos somos personajes de nuestro tiempo. La buena literatura debe perseguir proporcionar ese espejo en el que el lector se ve reflejado, que no le dé lecciones de moral, porque para eso nadie desea leer, pero sí que le permita ver un caleidoscopio de personajes y le dé claves para comprenderse a sí mismo y para comprender el mundo que le rodea.


-Tras 'El último cliente' (2009), 'El hombre de El Cairo' y 'La máscara del dragón' (2013), ¿habrá una cuarta entrega de la inspectora Cristina Molen?

-Estoy pensando en continuar con una cuarta. El género negro me gusta mucho también como lector y escribir novela negra es muy gratificante. Además, mi personaje es una inspectora holandesa, con lo cual siempre me da una excusa para volver a Ámsterdam, una ciudad que me encanta. La novela negra es una novela de claroscuros, es como si uno se fuera paseando con una linterna en medio de la noche y fuera alumbrando ciertos rincones del alma humana. Ahora estoy trabajando en otro thriller relacionado con servicios secretos y comisiones ilegales de compraventa de armas en Oriente Medio.


-¿Cuáles son sus referentes en la literatura?

-Soy más de novelas concretas que de autores en sí. Me ha gustado siempre muchísimo la forma de escribir de Thomas Mann, pero soy quizás más francófilo. Me he inspirado mucho en Jean-Claude Izzo, un autor relativamente desconocido, pero de lo mejor que se ha escrito en novela negra. También de la novela anglosajona me he inspirado mucho en Lawrence Block, un escritor al que admiro enormemente. Luego, toda la literatura francesa del siglo XIX, empezando por Balzac y llegando incluso al siglo XX con Saint-Exupéry. Y grandes escritores contemporáneos como el argelino Yasmina Khadra, me gusta mucho su forma de narrar.


-¿Qué tiene que tener un buen libro?

-Lo principal para mí es que el libro me haga olvidar que tengo un papel entre mis manos, que realmente me sumerja en la historia, me caiga en esas arenas movedizas y ya no sea capaz de salir. También me fijo en cómo está escrito. Pero sobre todo una novela que no dé tregua, que me haga soñar con esos personajes y que cuando la acabe tenga la impresión de que he estado acompañado de buenos amigos.


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