FERIA DEL PILAR

Más toros que triunfos en vísperas del día grande

Sólo una oreja, la que paseó David Mora del tercero de la tarde, se cortó en la habitualmente triunfal corrida de vísperas del Pilar, a pesar de que varios toros de Las Ramblas ofrecieron la posibilidad de mayores triunfos.

Enrique Ponce
Más toros que triunfos en vísperas del día grande
C.M.

Seis toros de Las Ramblas, altos, voluminosos y bien armados. Salvo los dos primeros, descastados, el resto dio muy buen juego, como el tercero, de mucha clase, o los dos bravos que cerraron corrida.


Enrique Ponce: dos pinchazos y estocada tendida (silencio tras dos avisos); y pinchazo y media desprendida (palmas tras aviso).

Sebastián Castella: estocada trasera (silencio); y pinchazo y estocada trasera (gran ovación tras petición).

David Mora: gran estocada (oreja); y pinchazo y estocada trasera y atravesada (ovación tras aviso).


Entre las cuadrillas, Félix Jesús Rodríguez y Víctor Manuel Martínez saludaron tras banderillear al tercero.

La plaza casi se llenó.

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Tres toros por lo menos, o incluso cuatro si añadimos al más que manejable cuarto, ofrecieron el triunfo en bandeja a la terna que hoy hizo el paseíllo en la corrida tradicionalmente más triunfalista de todo el abono zaragozano.


En la víspera del Pilar, los tendidos se pueblan de un público con ganas de fiesta y muy predispuesto para dar orejas a los toreros, pero ni aun así. Los festeros apenas tuvieron hoy ocasión de pedir orejas porque a los toreros les faltó ambición y les sobró conservadurismo para aprovechar a los buenos astados de Las Ramblas.


Enrique Ponce tuvo coartada con el primero, un toro sosote al que lidió con habilidad, pero pecó de superficial con el cuarto, noble y claro, en una faena larga y pulcra pero de escaso compromiso.


Tampoco rompió a embestir el segundo, que se movió pegajoso con un molesto gazapeo ante el que Sebastián Castella se mostró poco resolutivo. En cambio, el segundo de su lote, alto y alirado de pitones, sacó una incansable bravura en varas y ante los engaños que el francés desperdició en un trasteo de extraño planteamiento.


Ya en la apertura de faena, agarrado a la barrera, Castella le dio al bravo muletazos muy cortados, desaconsejables cuando un toro exige ser sometido en toda la extensión de sus embestidas. Tenía codicia el animal y pedía más y más largo mando en los pases. Pero el diestro galo desdeñó tal virtud y buscó frenar tan entregadas arrancadas para meterse en la distancia corta y llegar al tendido a través el tremendismo.


Se calentó así el agradecido público festivo, que se enfadó con la presidencia por negarle a Castella una oreja solicitada con fuerza y que a todas luces no hubiera hecho justicia al desprecio a la bravura que supuso la deslavazada faena.


La única oreja de la tarde la paseó David Mora, que sustituía al lesionado Morenito de Aranda. Se la cortó al tercero, que mostró su clase ya en las buenas verónicas con que lo saludó el madrileño.


Aunque falto de un punto más de brío, el toro mantuvo esa suave calidad en el último tercio, cuando Mora le ligó muletazos de muy dispar mérito y hondura, entregado pero no siempre preciso en la técnica. Tras una gran estocada paseó ese trofeo de escaso peso.


Más aún le ofreció el sexto, otro de los toros bravos de Las Ramblas al que Mora saludó con otro buen manojo de verónicas. En la muleta, precisamente por esa misma bravura, el animal exigió ser toreado con una entrega que no siempre encontró enfrente. Fue labor de más a menos, en la que todos se desfondaron menos el toro.