FOLCLORE

Medio siglo sin José Oto

Se cumplen hoy 50 años desde que se apagó para siempre la voz del genial cantador de jota zaragozano, uno de los más grandes de todos los tiempos.

El cantador de jota José Oto.
Medio siglo sin José Oto
HERALDO

Tal día como hoy fallecía en Zaragoza uno de los más grandes cantadores de la jota aragonesa de todos los tiempos: José Oto Royo. ¡Aún resuenan, en los oídos de quienes tuvieron la suerte de escucharle, aquella 'Fiera'! y tantas y tantas cantas que, afortunadamente, todavía podemos admirar merced a las grabaciones, primero en discos de piedra (o pizarra, como se prefiera) y en el vinilo de la segunda mitad del siglo XX.

 

En la actual calle de Casta Álvarez vino José al mundo el 6 de septiembre de 1906. Su padre, José Oto Cajal, era enchiquerador de la plaza de toros de Zaragoza. Coso taurino en el que, a lo mejor, actuó el Empastre en el que Oto estaba enrolado, cantando jotas, con su estilo inigualable, en muchas localidades y capitales españolas.

 

¿Quién le enseñó a cantar la jota? Nadie más que la propia vida y su padre, natural de Tardienta, como Luis Montesruc. Su estilo, sin profesores que le dijesen cómo y cuándo tenía que respirar ni maestros que le indicasen la entonación y/o posible desafinación.

 

Cantaba, como lo hicieron muchos de sus antecesores (citemos, a manera de mero ejemplo, a Pedro Nadal Auré 'el Royo del Rabal', o a Romualdo Arana Sansón, al que, aunque bilbilitano de nacimiento, lo llamaban 'de Zuera', porque de allí era su esposa, quien lo hizo regresar de México, donde ya había grabado jotas con el sello Víctor en el año 1910, a Miguel Asso y a Balbino Orensanz).

 

Fue en el Certamen Oficial de 1927 cuando aquel chaval de 21 años recién cumplidos que era entonces José Oto ganó el más prestigioso concurso de jota aragonesa que al día de hoy ha llegado. Pocos meses después ya le llamaban «el rey de la jota».

 

Sus actuaciones magistrales se prodigaron en fiestas, teatros (tanto después o durante las obras o tras las proyecciones cinematográficas), plazas de toros? y hasta en el Liceo de Barcelona, donde cantó la jota de la ópera 'La Dolores' en el año 1929. 'El Caruso de la jota', llegaron a calificarlo en la Ciudad Condal.

 

Le cantó a Alfonso XIII, a Manuel Azaña (aunque no pudo escucharle), a Miguel Primo de Rivera y al general Varela, entre otras muchas celebridades del momento.

 

Valga la siguiente anécdota para definir al baturro neto, al aragonés de ley, al zaragozano máximo. Estaba José Oto en una localidad catalana donde iba a cantar. Salió de la fonda y se pasó a la barbería próxima a que el practicante le rasurara. Finalizada la tarea, el profesional le ofreció loción o masaje, a lo que el orondo José respondió: «¿Loción?... ¡Tormenta!». El barbero, desconocedor de lo que le pedía el cliente, encogió los hombros en señal de desconocimiento. La respuesta fue tajante: «¡Rediez? piedra y agua!». Esa piedra cicatrizante y cauterizante de alumbre, hoy ya desaparecida, era la que pedía el grande entre los grandes.

 

Un día de abril de 1961, desde su alojamiento en el zaragozano hotel Vasconia (en la calle de San Pablo esquina al Mercado) llamó Oto a algunos amigos médicos (entre otros al siempre recordado Ricardo Malumbres). «Estoy muy malo», le dijo. Ingresó en la Casa de Socorro, en el Paseo de la Mina, y allí falleció, tal día como hoy, hace cincuenta años.

 

Nadie le teme a la fiera, porque un valiente la mató. Fue malo, pero fue bueno. La jota sigue queriendo campo y libertad? «por algo es aragonesa». Cuando un enfermo no respira, los médicos, de gran talento, continúan certificando su defunción. Y sobre todo, sigue siendo un aragonés «trenta» partes de franqueza, veinte de desinterés y cincuenta de nobleza.

 

Sean estas líneas un emocionado y obligado recuerdo para José Oto Royo, que el Ateneo de Zaragoza hará patente esta tarde, a las siete y media, en la sede de la Agrupación Artística Aragonesa.