BARCELONA

Wittgenstein en el Salón del Cómic

Selección de tebeos y novelas gráficas para el día del libro

Hoy empieza, en la Fira en Barcelona, la 29 edición del Salón del Cómic, la cita más importante del sector en España.

En este artículo recomiendo algunos de los tebeos que más me han interesado en los últimos meses.


Entre los nominados a los premios del Salón, hay dos tebeos que me gustan: «Duelo de caracoles» (Sins Entido), de Sonia Pulido, y «Asterios Polyp» (Sins Entido), de David Mazzucchelli.


Duelo de caracoles cuenta una comida entre amigos, que acaban el día disfrutando de la belleza del mundo, y me encanta por muchas razones, entre otras, por los dibujos de Sonia Pulido (Barcelona, 1973) y, a diferencia de tantos comics con pésimos guiones, porque está lleno de literatura y de teorías y de clasificaciones, en una tradición que incorpora a Gómez de la Serna y a Perec, como esta «Lista de hombres y mujeres que...» en la que están «El hombre que se comporta como si tuviera la regla 28 días al mes», «La mujer que se sienta y se levanta de los sitios sin dejar huella»... y, entre otros, «dos hombres en los que me reconozco», «El hombre que siempre piensa en tres cosas a la vez» y «El hombre que vive como si estuviera en tres sitios a la vez: el real, el deseado y en todo el resto del mundo».


Asterios Polyp es ideal para quienes abandonaron el género cuando Hergé murió y se acabaron los tintines. Asterios es un brillante arquitecto, sin obra construida, que da clases en la universidad. Su soberbia no le impide enamorar a una escultora, pero sí le impedirá vivir su amor. La ruptura hará que Asterios dé un giro a su vida y pase de la arquitectura teórica a la mecánica de automóvil práctica. El álbum es muy hermoso, pese a su final, que recuerda al de «Brooklyn Follies» de Paul Auster, un novelista que fascina a Mazzucchelli (1960, EE. UU.), quien adaptó «Ciudad de cristal» (Anagrama): está dibujado con una línea clara puesta al día y escrito con delicadeza, es decir, con conocimiento del ser humano, y con humor.


Todo el mundo es imbécil menos yo (La Cúpula), de Peter Bagge (EE. UU., 1957) recoge reportajes realizados para la prensa «seria» sobre política, sociedad, consumo, sexo y sobre cualquier cosa, incluidos los tranvías y los campos de fútbol, que también en Seattle marcan la agenda política. Bagge, cercano a una «tercera vía», al margen de demócratas y de republicanos, los libertarios, defiende, hasta su máximo nivel, la libertad individual, mira la realidad a través de ese principio y da sus opiniones con un agudo sentido del humor.


El cómic que más me ha golpeado en mucho tiempo es Cuadernos ucranianos (Sins Entido ) de Igort (Italia, 1958). Igort había producido algunos álbumes de género muy buenos, como «5, el número perfecto» (Sins Entido), pero ninguno con tanta fuerza y con tanto desgarro. «Cuadernos ucranianos» cuenta las vidas de algunos personajes con los que Igort se encontró en los últimos años en las calles de Kiev: hambre, muerte, terror estalinista, guerra, desamparo, soledad...

Para recuperar el aliento, lo mejor es meterse en el mundo de Liniers (1973, Buenos Aires) con las divertidísimas tiras de Macanudo (Mondadori). Aparecidas primero en prensa, leídas en libro son más deliciosas, porque la risa se multiplica tira a tira. Liniers crea un mundo elegante, naif, completamente personal poblado con unos personajes muy originales y... me proporciona un dulce bienestar. Davide Reviati (Ravenna, 1966) cuenta en Muertos de sueño (Norma) la historia de una colonia industrial en los años 70, a través de la vida callejera de unos niños enloquecidos por el fútbol. Leído ahora, con la crisis nuclear japonesa, el cómic gana en intensidad y en transmisión de miedo. Reviati habla de una planta química, con escapes y accidentes laborales. «Muertos de sueño» se mueve entre el costumbrismo y el lirismo, y lo mejor son sus retratos mínimos y poderosos que recuerdan a los de Marlene Dumas. Galit Seliktar (1970, Israel) y su hermano Gilad (1977) han escrito y dibujado, respectivamente, un tebeo muy especial, Granja 54 (Astiberri), con el aire enrarecido que se encuentra en la ficción estadounidense (de los cuentos de Carver a los cómics de Adrian Tomine) y explora el mundo de unos adolescentes a punto de ingresar en la madurez: en un viaje iniciático sin destino, se cruzan con el sexo, la muerte, las mentiras, los silencios, la guerra... La rigidez narrativa, tres viñetas apaisadas por página, y el esquematismo del dibujo, que a veces es sólo un trazo o una mancha, hacen que esas vidas aparentemente normales resulten intrigantes y perturbadoras.


Y si te preguntas por qué este artículo sze titula «Wittgenstein en el Salón del Cómic», aquí te doy la respuesta: Logicomix (Sins Entido) es un singular tebeo, realizado a varias manos y varias cabezas de creadores griegos, sobre la lógica filosófica. Protagonizado por Bertrand Russell, aparece como estrella invitada Ludwig Wittgenstein, obsesionado por la lógica y por el lenguaje, se alista en el ejército imperial prusiano y fabrica pequeños cañones de juguete para los mapas de operaciones de las batallas.