ARAGÓN

Medio siglo de lírica de mujer

Ángel Guinda recopila la voz de 64 mujeres poetas del último medio siglo.

Brenda Ascoz, Carmen Ruiz y A. Vidorreta, con Carmen Beltrán.
Medio siglo de lírica de mujer
O. DUCH

Tal vez sea esta la mejor antología posible de la mejor poesía escrita en lengua española por mujeres poetas aragonesas en los últimos 50 años. De lo que no cabe la menor duda es de que todas las que están lo son y en grado superlativo. Creo que es un acontecimiento literario en Aragón y fuera de nuestra tierra el que se haya editado este libro, este florilegio de poemas señeros donde los haya, aunque tal vez lo único que chirría es el título, porque seguro que hay mil palabras para decir que ahí están, estas son las mujeres poetas aragonesas que se expresan en castellano; pero para gustos los colores y seguro que hay más que el amarillo portada.


También, seguro que el antólogo -Ángel Guinda: premio de las Letras Aragonesas 2010- ha tenido sus razones después de tamaño trabajo. Y lo importante, como señala en la solapa el profesor Saldaña, es que son sesenta y cuatro voces llamadas a desempolvar nuestras conciencias adormecidas. Y si a estas voces les sumamos el delantal erudito de Escuín, lleno de verdad y de sabiduría, quien con su bisturí bien afilado disecciona el panorama poético actual, la lucha de identidades y a todas y cada una de las poetas en pocas líneas, no podemos pedir más, solo adentrarnos en los poemas, y como creadores de belleza que son a buen seguro nos harán mejores personas.


Así, pues, tenemos un par de significativos versos de la primera antologada Lola Mejías (1912-1999) que dicen “pues que también te diste / el terrible trabajo de vivir” y el último no menos significativo poemilla de la última antologada Ana Muñoz que señalan “Yo finjo / como si me perdonara / el recuerdo/ y así no me olvide / la vida”, que creo señalan el discurrir de esta sesentena de poetas, quienes con sus versos se adentran en la problemática de la identidad propia y del propio decir y devenir literario, cuyo protagonista no es otro que el lenguaje.


La mayoría de las poetas utilizan en la selección el verso libre y pocas el poema en prosa como Pilar Rubio (1947), Teresa Arbex (1956), Luisa Miñana (1959), Loli Bernal (1962), Mercedes Gaspar (1964), Marta Navarro (1967), Paula Martínez (1970) y la citada Ana Muñoz (1987), y algunas menos las formas clásicas, como Sol Acín (1925-1998) con su excelente y único soneto de toda la antología: “la vuelta al manuscrito del olvido / porque es ya despertar, hora temprana”. Aunque bien es cierto que todas y cada una buscan encontrar su palabra, aquella que las haga poetas, como bien dice nuestra admirada Ana María Navales (1939-2009) “y entre el antes y el después / quiero encontrar mi palabra”.


Cabe apuntar que de las poetas inéditas incluidas por el prometeico Guinda me ha llamado poderosamente la atención Lourdes Fajó (1960), con su único y sensacional y moderno poema “Lista de la compra” y Laura Lahoz (1977), quien presenta tres poemas actualísimos y una poética, con elementos mitológicos, muy curiosa.


Tengo que reconocer que hay poetas que destacan, además de las ya citadas, como son la también inédita Trinidad Ruiz (1950): “Es hermoso vivir / si tú me miras”; Magdalena Lasala (1958): “Te miro / con la luz del despertar”; Teresa Agustín (1962): “Se muere ya este otoño. Sucede”; Marta Navarro (1967): “Soy el abismo que huye a tierra firme”; Brenda Ascoz (1974): “para acallar las perturbadas voces / de los fantasmas de la infancia”; Carmen Ruiz (1978): “Ven y pídeme que me vaya / para recuperar el invierno”; Clara Santafé (1985): “Recuérdame, ahora, sí, / mientras me escalas saliva en ristre”; y Almudena Vidorreta (1986): “Cuando suena su lengua / soy capaz de olvidarme de tu ruido”.


En fin, ‘Yin. Poetas aragonesas 1960-2010’ es un recorrido por el panorama poético femenino aragonés, con muestra de al menos un poema, que no deja lugar a dudas de que tiene presente y futuro inmediato y que dejará para los lectores versos excelentes, como estos de Ana María Navales: “Tú eras un varonil continente de mujer urgiendo, / y yo un agudo lamento de tardes olvidadas”.