ABEL HERNÁNDEZ | PERIOSISTA Y ESCRITOR

"El pueblo, que era la unión entre el ser humano y la naturaleza, no volverá nunca"

"La cultura de la vida campesina ya no se va a recuperar", explica el autor soriano. Sin embargo, perdurará en obras como la suya, 'El caballo de cartón', que presentó esta semana en el Centro Soriano de Zaragoza.

Abel Hernández, con 'El caballo de cartón', obra recién premiada .
"El pueblo, que era la unión entre el ser humano y la naturaleza, no volverá nunca"
EFE

Su obra 'El caballo de cartón' acaba de recibir el Premio de la Crítica de Castilla y León. Una novela centrada en su pueblo, Sarnago, en la provincia de Soria, pero que es absolutamente universal, como alabó el jurado.

He procurado que no fuera localista ni costumbrista, sino una obra en la que se reflejen la vida y los problemas de mucha gente.

Es un libro en cierto modo autobiográfico, el reencuentro con un mundo rural ya extinguido.

Es el regreso a ese mundo. Siempre los reencuentros son largos y complicados, por eso no me resigné a dejarlo en el primer volumen, 'Historias de la Alcarama', sino que necesitaba profundizar. Es el reencuentro entre la persona mayor que vuelve a su lugar de nacimiento, su paraíso, y se encuentra con el diario del niño que fue, y reconoce la letra, se da cuenta de que es la misma persona, en la que confluye la vida y la muerte alrededor. Ese choque entre el diario del niño y el mayor que ve las casas vacías y recuerda cómo era la vida es el sentido del libro. Es una literatura bastante realista y he procurado darle un aire poético.

Un realismo que queda ya para los libros a partir de ahora, porque habla de un tiempo que ni siquiera volverá.

No, no volverá nunca, es el tremendo drama: el pueblo no volverá a ser lo que fue. La civilización urbana se va a comer la cultura rural, aunque los pueblos revivan como lugar romántico o de segunda vivienda. Pero la lucha entre la naturaleza y la civilización urbana está perdida. Probablemente los pueblos van a tener un espacio más vital, más agradable que la ciudad, pero no va a volver el pueblo, que era la unión entre el ser humano y la naturaleza, con los animales domésticos, las ovejas, los caballos.

Y la relación entre los vecinos.

Claro, la cercanía humana. Ahora hay pueblos pequeños donde alguien se ha hecho una casa y no se sabe quién es. Y también cambian las palabras, el lenguaje, esa cultura rural de contacto con el ser humano. Hay una vuelta romántica al pueblo favorecida por las nuevas tecnologías, Internet y la banda ancha, pero no va a ser ya la vida campesina, no se va a recuperar esa cultura.

De ahí la importancia de mantenerla en obras literarias al menos.

Me siento en cierta medida, igual que ha hecho Delibes, salvando el despojo de esta civilización.

Con la diferencia de que usted lo ha vivido en primera persona, ha nacido en ese medio que describe.

Pero Delibes también es un hombre que ha pisado la tierra. Porque algunos me dicen que es la vuelta a Castilla de la generación del 98: lees relatos de Azorín o de Ortega y son señoritos de la ciudad que vuelven al campo y pasean y describen los pueblos y las gentes. Cela mismo se va a la Alcarria, pero no lo ha vivido. El haberlo vivido en mi caso es la ventaja, o quizás el inconveniente por estar demasiado implicado en este drama humano.

Sus historias de la Alcarama enlazan con 'La lluvia amarilla' por el tema que tratan. Por cierto, Llamazares iba a situar su obra fundamental en la Sierra de la Alcarama, en Vea, en lugar de Ainielle.

Es un entusiasta de estos pueblos, de hecho me prestó el prólogo para 'Historias de la Alcarama' porque Soria le ha atraído, y sobre todo mi pueblo, Sarnago, le conmocionó y vuelve siempre que puede.