EXPOSICIONES

Aragón presume de sus 'otros' museos

La oferta trasciende la plástica para llegar al chocolate, las brujas o una Barbie joteraEl Museo de la Cerveza de La Zaragozana y el de la Pastelería de Daroca, los más golosos

Museo de miniaturas militares de la Ciudadela de Jaca.
Aragón presume de sus 'otros' museos
heraldo

Comer un pastel, disfrutar de una batalla liliputiense, ver una Barbie jotera o beber una buena cerveza. Son algunos de los atractivos que ofrecen a sus visitantes los museos más originales de Aragón. En el Museo de la Pastelería (Daroca), hay una planta entera dedicada al chocolate; en el Museo de Miniaturas Militares de la Ciudadela de Jaca, 32.000 figuras de 2 centímetros recrean siglos de batallas; casi un millar de muñecas han invadido el Museo de Lanaja en honor a Barbie. En otras exposiciones, los nostálgicos pueden retroceder en el tiempo con los juguetes de su infancia o recordar las viejas etapas de trashumancia, una actividad casi extinta en nuestro país. Los hay dedicados a la electricidad (Seira), al azafrán, a los oficios tradicionales (Aínsa), a las creencias y religiosidad popular (Abizanda) e incluso a la pólvora (Villafeliche). Tienen una característica en común: son únicos.

 

 

Museo de Barbie. Lanaja, pueblo monegrino de poco más de mil habitantes, se convirtió el año pasado en el paraíso de cualquier Ken. Desde septiembre de 2008, alrededor de 800 Barbies lucen palmito en el edificio de La Diezma, en pleno casco urbano de esta pequeña localidad. Pilar Marín-Yasali, fiel seguidora de la rubia de Mattel desde que saliera al mercado en 1959, compró un edificio del siglo XVI y lo convirtió en el único museo de España dedicado a la Barbie. Tiene reproducciones de algunos de los primeros ejemplares, una maleta de los años 60 y muchos modelitos creados por ella misma. "Antes las niñas querían ser princesas. Ahora les gustan las top-models", bromea Marín-Yaseli. Por eso decidió representar a gente famosa, como Cher y Marilyn Monroe. Además, tiene un Ken Guardia Civil, una Barbie jotera y un danzante de los Monegros. Además, está trabajando en una cofradía de Semana Santa.

 

 

Museo de la Cerveza. Las hay rubias, negras, tostadas... y en verano, cuanto más frescas, mejor, para alegrar gargantas en los días más calurosos y acompañar las tapitas del bar. Las cervezas son un manjar que bien se merece una exposición: al menos, eso pensaron en la fábrica de cervezas La Zaragozana, donde existe el único museo de España en el que se puede observar el proceso completo de elaboración de este producto, desde el malteado de la cebada al envasado. Además, hay una parte para las guardianas del preciado líquido, las de culo ancho y cuello estrecho: las botellas. A través de cientos de envases, La Zaragozana hace un recorrido de más de 100 años de historia, desde 1900. El paseo acaba, como no podía ser de otra forma, con una Ambar en la mano.

 

 

Museo de la Pastelería. Aunque en la mayoría de los museos esté prohibido comer, en este museo de Daroca darle un gusto al paladar es poco menos que una obligación. La familia Segura abrió este museo en 2002 para celebrar el 125 aniversario de la pastelería Manuel Segura. Porque son seis las generaciones que han compartido nombre -todos se han llamado Manuel Segura- y oficio. Se trata de un edificio de tres plantas, cada una de ellas dedicada a un producto diferente. El chocolate, en el primer piso, da paso a los caramelos y el turrón, que ocupan la segunda planta. En la última, pasteles y velas de cera. "Vienen muchos colegios. A los niños les llaman la atención los moldes de los caramelos", comenta el más joven de los Segura.

 

 

Museo del Juguete. 'Gran surtido a 0,95', reza el viejo cartel que en los años 30 anunciaba una tienda de juguetes. A su lado, una muñeca de principios del siglo pasado saluda desde un carro de 1880 a los visitantes del Museo del Juguete, en Albarracín. Allí se exponen unas 1600 piezas de la colección de Eustaquio Castellano, que jalonan de manera fidedigna la historia de los juguetes desde 1900 hasta los años 70. Son precisamente los objetos modernos los que más llaman la atención. "La sala de los treintañeros tiene mucho éxito porque allí están los juguetes con los que se divertían de críos los que ahora son padres por primera vez. De esta forma, ellos mismos ejercen como guías para sus hijos", explica Castellano.

 

 

Museo de Miniaturas Militares. La Ciudadela de Jaca, un edificio del siglo XVI, solo entró en combate una vez en toda su historia. Fue durante la Guerra de Independencia, cuando se hallaba ocupada por franceses y los españoles intentaban recuperarla. Algo ha cambiado: desde hace un par de años, en su interior se libran nada más y nada menos que 23 batallas. Eso sí, con soldaditos de 2 centímetros de altura. El origen del Museo de Miniaturas de Jaca está en las figuras de plomo que desde los años 60 colecciona Carlos Royo-Villanova, miniaturista concienzudo y amante de la historia. La muestra cuenta con una colección de 32.000 piezas y 23 escenarios, a través de los cuales se recorren de forma cronológica escenas de guerras históricas, desde el Antiguo Egipto hasta la actualidad, pasando por la Guerra de la Independencia o la II Guerra Mundial.

 

 

Museo de la Brujería. Tan curiosa como aterradora es la muestra que alberga el Museo de la Brujería y las Supersticiones del Moncayo, en Trasmoz. Instalado en el antiguo horno de pan en el que en el siglo XVI trabajó Dorotea, la primera bruja conocida de la localidad, el museo alberga objetos antiguos a los que se atribuía propiedades mágicas, como espejos, candiles, animales y las plantas medicinales que las brujas usaban para sus pociones. También hay una fotografía de la Tía Galga, una hechicera que se hizo muy famosa en el siglo XIX. Peor suerte corrió la Tía Casca, que fue asesinada por varias personas de Trasmoz en 1850, según relatan varios periódicos de la época.

 

 

Museo de Trashumancia. Se podrían contar con los dedos de una mano los pastores que hoy en día atraviesan las cabañeras turolenses con su ganado, en busca de mejores pastos. Sin embargo, esta práctica, que en 2001 fue inmortalizada en el Museo de la Trashumancia de Guadalaviar (Teruel), ha marcado la personalidad de los habitantes de la Serranía de Albarracín. La colección del museo no solo se centra en esta zona: también cuenta con objetos procedentes de pueblos nómadas de América, África y Asia.